domingo, 27 de enero de 2008

La vida propia




Mujer: Carmina
Marido: Joaquín

Los tacones de Carmina resuenan en el largo pasillo oscuro, hasta llegar al dormitorio principal. Nada más entrar, se quita el pañuelo con adornos brillantes y lo deja sobre la cama. Joaquín se ha entretenido un rato en la puerta, cerrándola con llave. Cuando enciende la luz del pasillo, Carmina le habla desde el dormitorio.

C.- No enciendas. No hace falta. Ya estoy en el dormitorio.

Joaquín recorre a oscuras el pasillo. Cuando llega, Carmina ya se ha desembarazado también de la chaqueta de Pedro del Hierro que se compró el mes pasado para la ocasión, y está empezando a quitarse el vestido.

C.- Bueno, pues ya está. Se acabó la boda. Todos tan contentos.

Joaquín se desviste rápidamente. Cuelga el traje en la percha que ha sacado del armario mientras Carmina entra al baño. Saca un vaquero y una camisa de rayas, y comienza a vestirse, a una velocidad visiblemente más lenta de la que ha utilizado para desvestirse. Cuando Carmina sale del baño, con el pelo recogido y la bata azul guateada que utiliza para estar por casa, Joaquín está vestido otra vez, de manera informal.

C.- ¿Qué haces?. ¿Es que vas a salir?.
J.- Si.
C:- Al cine, claro. Todavía es pronto. Pues yo no pienso ir contigo. Estoy cansada después de tanto trajín.
J.- Tampoco te lo he pedido.

Carmina va a la cocina. Los fritos del cocktail le han dado una sed rabiosa. Se sirve un vaso de agua grande, y lo bebe casi sin respirar. Cuando vuelve al dormitorio, se encuentra con un gran trolley abierto encima de la cama.

C.- Pero bueno, Joaquín, ¿se puede saber qué mosca te ha picado?. ¿Qué hace ese trolley encima de la cama

Joaquín la mira durante un segundo sin dejar de sacar camisas del armario.

J.- Creo que está muy claro, Carmina. Me voy.
C.- ¿A dónde?. No me has avisado de que tuvieras que salir de viaje tan rápido. ¿Es que te han mandado otra vez a Cádiz.
J.- No, Carmina, sigo en Madrid, pero me voy.
C.- ¿Por cuánto tiempo?. ¿Algún problema en la delegación de Barcelona?.
J.- Vamos a ver, Carmina: que no, que el trabajo sigue donde está, pero yo, me voy de casa. Me voy, Carmina. Para siempre. ¿Entiendes?.

Carmina se cruza de brazos, y abre la boca como para decir algo, pero no puede. Las palabras de su marido la han dejado clavada.

C.- Espera. Espera un poco. Es una broma, ¿verdad?
J.- No, Carmina. No es ninguna broma. Simplemente, por fin ha llegado el día. Hemos casado hoy a nuestra segunda hija, o la has casado tu, más bien. Ya no me ata nada en este lugar. Mientras la ayudaba esta mañana a ponerse los zapatos, estaba pensando en este momento.
C.- Estás desvariando. Tu no puedes irte y dejarme sola en esta casa. ¿Qué va a ser de ti?.
J.- No te preocupes por mi. Al fin y al cabo, jamás lo has hecho. No vas a empezar ahora a pensar en lo que le pueda pasar a un miembro de tu familia. Ya me las arreglaré.
C.- No puede ser. Estoy soñando.
J.- No. Soy yo el que está a punto de salir de una pesadilla. Ya has conseguido lo que querías, como siempre. Has casado a tu segunda hija con un joven de buena familia, tan buena o mejor que la del marido de tu primera hija, que se casó hace dos años, según lo previsto. Has conseguido tus objetivos. Lo único que estoy haciendo es dejarte el campo libre, para que sigas viviendo tu propia vida tu sola. Si es que puedes, claro.
C.- ¿Qué quieres decir?.
J.- Que no vas a poder hacerlo, por la simple y llana razón de que tú no tienes vida propia, Carmina. Has vivido desde niña marcada por el qué dirán, y no has sido capaz de desarrollarte en ningún sentido, ni como persona, ni como esposa, ni mucho menos como madre.

Carmina se sienta en la cama y coloca las manos cruzadas sobre las rodillas. Joaquín empieza a sacar su ropa interior del tercer cajón de la cómoda.

C.- Eso que dices no son más que tonterías. He trabajado como una mula para sacar adelante a mi marido y a mi familia.
J.- Si a quedarte en casa todo el santo día haciendo las faenas de la casa le llamas trabajar como una mula, pues tienes razón, pero nos hubiera ido igual con una criada más o menos experimentada. No existe diferencia entre eso y lo que has hecho tu, con el agravante de que tú nos has mangoneado a los tres a tu antojo, y a una criada no se le hubiera ocurrido.
C.- A ti te ha venido bien tenerme en casa como una esclava.
J.- Carmina, por favor, eso ni lo menciones, porque lo que se está desarrollando como una huida sin tambores ni trompetas, podría llegar a convertirse en una tragedia. Jamás, repito, jamás te he insinuado siquiera que adoptaras el papel de señora y criada que de forma tan exitosa has interpretado a lo largo de todos estos años. Todo lo contrario. Cuando dejaste de trabajar, nada más casarte conmigo, insistía todos los días para que te buscaras algo, aunque solo fuera para valorarte a ti misma como persona, pero te negaste una y otra vez de forma machacona, alegando que la casa te necesitaba. Ya ves... Un piso de sesenta y cinco metros cuadrados, que le pasas un plumero y ya está listo. Yo insistía, cada vez con menos fuerza, hasta que nació Marta y se esfumó cualquier atisbo de sensatez. Tenías que cuidarla, claro, ya no te ibas a poner a trabajar, y además. Según tus palabras, ya tenías una edad, se te estaba olvidando mecanografiar... Poco a poco eliminaste cualquier esperanza que pudiera yo tener para que salieras al mundo, al mercado laboral. A los dos años, como un reloj, nació Maribel, y ya olvídate, por supuesto. Ahí comenzó a ir todo cada vez más cuesta abajo.
C.- Tu nunca has soportado que me volcara en mi casa y en mi familia. Pensabas que habías pasado a un segundo plano, y jamás me ayudaste con las niñas.
J.- Esa es tu visión. Jamás te ayudé, no. Yo solo me dedicaba a jugar con ellas, a sacarlas al parque, a pesar de que llegaba hecho polvo a casa cada día, a ponerles música y enseñarlas a bailar, a leerles cuentos cuando se iban a la cama, a corregirles los deberes del colegio. Por no contar las veces que he llorado de dolor con ellas, en las urgencias de un hospital, mientras tu te dedicabas en cuerpo y alma a llamar a tus amigas para contarles lo sucedido. No, nunca te he ayudado con ellas. Esa es la conclusión a la que has llegado tu solita, la que has intentado siempre transmitirle a todo el mundo, incluso a tu familia y a la mía, y que jamás cambiarás, porque tu cerrazón mental te impide reconocer la labor que han hecho los que te han rodeado. Todo esto, la boda de las niñas, tu casa, tus vestidos...Es una cosa que has logrado tu, y los demás hemos actuado como simples comparsas. Según tu, es mucho más importante saber coger un cuchillo o colocar los cubiertos, que forjarse como persona. Todo encaminado, siempre, a que los demás no hablen de ti, no murmuren. Eres tu la que has forjado el carácter de nuestras hijas, su personalidad, inculcándoles una educación y un saber estar que les ha servido para cazar marido, ¿no es así?.
C.- Gustavo y Damián son dos chicos de muy buena familia. Nunca te han gustado, pero es lo mejor que les ha podido suceder a nuestras hijas.
J.- Desde luego. Es lo mejor, después de que las obligaras a dejar sus estudios, en los que destacaban con facilidad, para ponerlas a trabajar y seguir conservando tu ese nivel de vida que ni te correspondía ni te merecías.
C.- ¿Qué quieres decir?.
J.- Lo que te he dicho antes. Que siempre nos has mangoneado a tu antojo, y que hasta que no viste a Marta, ese primer día, llorando como una descosida en la agencia de viajes, no paraste. Y claro, naturalmente, como no podía ser menos, Maribel fue detrás. Un golpe maestro, y dos posibles buenas carreras, truncadas por tu cerrazón y tu avaricia. Por esa vocación de parásito que te metió tu madre en la sesera Jamás he comprendido tus razones, porque me resultaría tan mezquino que todo lo que has hecho en esta vida estuviera encaminado a joderme, que no podría soportarlo. Recuerdo cuando bailábamos los tres, muertos de risa, y tu aparecías en el cuarto para apagar el tocadiscos porque se podían quejar los vecinos. Recuerdo la rebeldía adolescente de Marta, que tu te encargaste concienzudamente de eliminar con tenacidad militar, y contra cualquier opinión por mi parte. De todo eso tu ya no te acuerdas, por supuesto. Tienes una capacidad increíble para eliminar tus errores y para magnificar los de los demás.
C.- Me estás poniendo como si yo hubiera sido un monstruo. He casado a mis hijas, y son felices.
J.- Si, pero no por lo que te imaginas. Gran parte de su felicidad está basada en el hecho de salir de la tenebrosa mazmorra medieval en que has convertido esta casa. Han elegido su camino como vía de escape, no como meta.
C.- Eso es una tontería.
J.- Mira, Carmina, una de las cosas que no se pueden evitar con la tristeza y la represión, es que los reprimidos hablen entre si. Por suerte o por desgracia, tus hijas y yo hemos mantenido siempre una vía de comunicación muy fluida. En contra de tu infame principio de que es mejor no comentar y dejar que el tiempo cicatrice las heridas, tus hijas y yo hemos preferido siempre hablarlo todo. Lo siento, pero no entendieron el mensaje que trataste de inculcarles desde pequeñas, en el sentido de que eras tu la que llevabas las riendas de la familia, y mis únicos papeles eran el de chofer y el de pagador de facturas. La mentira tiene las patas muy cortas, ya lo sabes, y tus hijas han tenido una gran carga genética por mi parte. Se dieron cuenta muy pronto de que el verdadero motor de esta casa no eran las cortinas, la vajilla de tu bisabuela y la tarima de roble que colocó tu tío, sino su padre. No estaban muy de acuerdo con tus tonterías, con tus manías, con tu inflexibilidad interna y tu semiimbecilidad ante los demás. No comprendían que te dejaras embaucar por el pescadero o por el vendedor de tomates, o por la vecina del cuarto, con una sonrisa en la boca, y que después fueras tan hija de puta dentro de casa. No comprendían que antepusieras no ya tus intereses, sino los de esa absurda sociedad que siempre has ensalzado, a los intereses de ellas o míos. Estaban deseando escapar de esta locura, de esta frivolidad absurda y suicida que no lleva a ningún lado excepto a la rutina, al cansancio y a la desesperación. Ya no soportaban, ni por un día más, que les obligaras a ver esos programas de famosillos frívolos y absurdos que tanto te gustan. Ya no soportaban volver a coger una revista del corazón y encontrarse una carta de su madre, alabando la decisión de fulanito de enrollarse con menganita. ¿Es que no se da cuenta –me dijo un día Maribel- de que ese mundo es completamente falso, de que ese tipo de gente no puede tener, ni de lejos, los sentimientos de la gente normal, que están movidos por las exclusivas y la absurda fama otorgada por personas precisamente como mamá?. Te preocupaba más la relación del torero con la marquesa que el bienestar de tu marido.
C.- Eso no es cierto. En algo tenía que distraerme, pero siempre os he querido.
J.- Hay amores que matan, y el tuyo es uno de ellos. Nunca has sabido amar. Siempre has pensado que era más importante el envoltorio que el contenido. La casa limpia, la ropa inmaculada, pero tu familia desgraciada, con la sensación continua de estar viviendo una farsa.
C.- Nunca me habéis mostrado vuestros sentimientos.
J.- Nunca te has preocupado por verlos. Te dábamos continuas señales de descontento, pero tú pasabas por encima de ellas con tu apisonadora de educación, rutina y falso bienestar.
C.- He llevado la casa de la forma más conveniente.
J.- Eso es mentira, y lo sabes. Jamás te has preocupado de administrar nada. El dinero te quema en el bolsillo. Si hemos tratado de ahorrar algo para un viaje, o lo que sea, tu siempre te has encargado de encontrar motivos para gastarlo. Como lo de pintar la casa cada cuatro años. Eso es de enfermedad, Carmina. Seguro que un psicólogo habría podido escribir una estupenda tesis con tu caso.
C.- De todas maneras, con todo lo que me estás diciendo, no me parece normal que me abandones a estas alturas.
J.- A mi tampoco. Tenía que haberte pedido el divorcio muchísimo antes, casi al principio de nuestra relación. Me habría evitado este infierno, pero hipotequé mi felicidad a la de mis hijas. Me aterraba pensar en la idea de dejarte sola con ellas. Al menos han salido ligeramente normales, y con criterio propios. De no haber estado yo, serían un completo desastre, tanto humano como laboral. Las habrías convertido en marionetas moviéndose al son que les tocaras, y siempre a tu servicio. Tu enfermizo egoísmo ha encontrado en mi a un catalizador. He sufrido, pero ya no tengo porqué seguir aguantando.
C.- No sé que vas a hacer fuera de aquí. Sabes de sobra que eres un completo desastre. Dentro de una semana estás aquí otra vez llorando para que te deje entrar.
J.- No descarto nada, pero de momento me voy. No me aportas nada. De momento me voy a casa de Marta. Alquilaré un apartamento, y contrataré a una mujer para que ,e limpie la casa y me lave y me planche la ropa. Lo mismo que lo que me aportas tu, pero sin aguantar tus desdenes y tus continuos reproches. Lo mismo, pero sin tener esa sensación de mueble inservible que tan concienzudamente te has dedicado a tratar de inculcar en mi cerebro desde el momento en que nos conocimos. Lo mismo, porque en un momento dado, hace ya muchos años, decidiste de repente que ya no era necesario hacer el amor, aunque fuera de vez en cuando. Tu vida es un continuo paso hacia atrás. En vez de alimentar la relación, tanto con tus hijas como conmigo, te has dedicado en cuerpo y alma a banalizarla, a convertirla en pura rutina, a anular cualquier signo de pasión. Tienes esa mentalidad anticuada y pacata, por muy de izquierdas que te creas ser, que considera como un pecado mantener relaciones sexuales, y eso también ha pesado mucho en nuestra relación.
C.- No te puedes ir. Tu me quieres.
J.- Siempre te he querido, pero es absurdo querer a alguien que responde con la frialdad. Al final te acabas aburriendo, y eso es lo que me ha pasado.

Joaquín ha terminado de hacer el equipaje. Se pone una chaqueta de ante y enfila el pasillo hasta la puerta de la calle, seguido por Carmina.

C.- Tu siempre me has querido.

Joaquín abre la puerta y sale al descansillo.

J.- Esa es la gran diferencia entre tu y yo. Jamás sabré si tu has llegado a quererme a mi en algún momento.

domingo, 20 de enero de 2008

La charla informal


Director: Fermín
Empleado: Emilio

Emilio empuja la puerta del despacho de Fermín después de llamar. Un despacho grande, de unos cuarenta metros cuadrados, con una amplia cristalera de suelo a techo en el lado sur desde la que se divisa una impresionante panorámica de la ciudad. Fermín se levanta sonriente de su silla de cuero negro, y le tiende la mano a Emilio antes de que este recorra, de tres zancadas, la distancia que le separa de la mesa.

F.- Bienvenido, Emilio.
E.- Gracias, Don Fermín. Creo que me ha llamado.
F.- Así es, así es. Siéntese. Ya tenía ganas de mantener con usted una charla informal. Hace bastante tiempo que no me paso por su departamento, y creo que este es un buen momento para cambiar impresiones. He mirado la agenda, por supuesto. Ninguna reunión a la vista, el informe mensual de resultados entregado...
E.- Si. Parece que este es el momento más oportuno, Don Fermín.
F.- Bueno, Emilio, por favor. Deje de llamarme don Fermín. Lleva usted en esta empresa bastantes más años que yo, y casi me dobla la edad, así que vamos a dejarnos de formulismos y hablemos como un par de amigos que navegan en el mismo barco, ¿no le parece?.

Emilio sonríe y se deja caer en la silla, abandonando la tensión que había mantenido hasta el momento.

E.- Claro, Fermín, claro. Como a usted le parezca.
F.- Además hoy es viernes, quedan un par de horas para salir...Ya nos podemos relajar y afrontar con alegría el agotador fin de semana. Vamos a tutearnos, Emilio.
E,. Vale, de acuerdo. Como tu digas.

Fermín gira su silla, y saca una carpeta negra del primer cajón de la estantería situada a su espalda.

F.- Los resultados del informe son inmejorables. Tu departamento ha desarrollado, gracias a tus conocimientos técnicos, una tecnología puntera para elaborar electrodos láser. Eres un profesional indiscutible, Emilio. He recibido más de treinta llamadas esta semana felicitándonos por nuestra gestión en el mercado, y hasta el presidente del consejo en persona se ha interesado por conocerte personalmente. Es muy posible que dentro de muy poco seas invitado al palco de honor en el estadio, y ya sabes lo que eso significa, lo que puede suponer en tu trayectoria personal y profesional un espaldarazo proporcionado por el presidente de la compañía en persona. Estamos muy orgullosos de ti.
E.- Bueno. Me dejas de piedra. Esta es una gran sorpresa para mi. No merezco ese privilegio. Tengo un buen equipo, eso es todo.
F.- Emilio, tu y yo sabemos de sobra que el estómago no funciona si la cabeza falla. Eres un técnico con mayúsculas, y además de eso, eres un líder nato, que maneja a su equipo como quiere. ¿Sabes que hemos hablado con todos los miembros del equipo, y que no hay uno solo que no considere un honor trabajar bajo tu ala protectora?. Te consideran poco menos que un padre, y rinden más precisamente por tu facilidad para crear un ambiente cordial en el puesto de trabajo. Han formado una piña humana que se mueve al son que tu les toques, y eso es muy importante, Emilio. Tu gestión roza la perfección.
E.- Bueno, Fermín, creo que te estás pasando. Me estás adulando demasiado. Yo no hago otra cosa que cumplir con mi deber.
F.- Haces algo más que cumplir con tu deber. Trabajar a tu lado supone un placer para los que te rodean. Más de uno me ha comentado, cuando ha tenido ocasión, que todos deberíamos aprender de ti, asimilar tu filosofía de vida, tu ética, tu rectitud y tu integridad ante los retos que surgen día a día en el sector en el que nos movemos. Estarás de acuerdo conmigo en que es difícil encontrar hoy en día profesionales de tu categoría, y quería preguntarte precisamente algo relacionado con este tema. Dime una cosa, Emilio. ¿Estás contento con lo que ganas?.
E.- Por supuesto. Tengo un buen sueldo, acorde con la labor que desempeño y bastante por encima de la media de mercado. No me puedo quejar. Y eso sin contar con los incentivos que tan generosamente repartís de vez en cuando.

Los dos hombres ríen durante unos segundos.

F.- ¿Y tu horario?. ¿Qué te parece tu horario?. ¿Crees que necesitarías más tiempo libre para estar con tu familia?. Tienes dos hijos, ¿no?. Recuerdo haberlos visto en la jornada del verano pasado. Uno de quince y otro de trece.
E.- Adrian y Héctor. Así es.
F.- Y tu mujer, tu mujer...Espera. Sí, Maribel. Ya recuerdo. Mi mujer se hizo instantáneamente amiga de ella. Creo que han quedado incluso un par de veces para ir de compras. Me ha hablado muy bien de ella.
E.- Estás muy bien informado. Maribel, en efecto. Lo que no sabía es que había quedado con la tuya. Lleva bastante en secreto sus salidas sociales.

Nuevas risas

F.- ¿Echas de menos estar más tiempo con tu familia?.
E.- No. Creo que no. Gracias a mi horario he conseguido conciliar perfectamente mi vida laboral y mi vida personal. Me puedo permitir el lujo de llevar a mis hijos al colegio, y de recogerlos por la tarde. Cualquier padre amante de sus hijos mataría por estar en mi lugar.
F.- Podría decirse, entonces, que estás bastante satisfecho con tu situación laboral, ¿no es así?.
E.- Si, creo que si.
F.- Entonces, Emilio, dime una cosa. ¿Porqué estás tratando de joder a la compañía?.

La entrañable complacencia y aparente felicidad se ha borrado de repente de la cara de Fermín. Se inclina hacia delante y apoya los brazos sobre el tablero de cristal de su mesa de despacho. Emilio ha empalidecido de repente.

E.- ¿Cómo?. No te entiendo, Fermín.
F.- Sabes de sobra de lo que hablo, Emilio. El informe Cornel no deja lugar a dudas.
E.- ¿El informe Cornel?. ¿Qué es eso?. Se habla, se rumorea más bien sobre el, pero nadie sabe a ciencia cierta de su existencia. Todo el mundo cree que no es más que una leyenda urbana.
F.- Pues no lo es, Emilio. Lo que ocurre es que nunca se saca a la luz, salvo que el caso lo requiera, y tu caso es uno de los más singulares de los últimos tiempos, créeme.
E.- Pues no entiendo nada.
F.- Voy a intentar explicártelo muy claro, para que lo entiendas. Ni que decir tiene que nada de lo que hablemos ahora en este despacho puede llegar a oídos de ningún empleado de la compañía. El informe Cornel es confidencial para cada persona, y en la elaboración del mismo están implicadas organismos e instituciones al más alto nivel, tanto nacional como internacional. Eres un profesional, y sé de sobra que llevas en la sangre el concepto de honestidad, así que no tengo ningún reparo en ponerte al corriente de tu ficha en Cornel.. No me quedaría más remedio que crujirte el alma si rompieras la confidencialidad.

Fermín saca del interior de la carpeta negra una pequeña hoja plastificada.

F.- Veamos... Sí, aquí está. Básicamente es sencillo. Se trata más o menos de analizar tu grado de consumismo con relación a lo que ganas. Aquí dice que tu grado está muy por debajo de lo que se considera la media. Sin ninguna razón aparente, todo hay que decirlo, porque terminaste de pagar la hipoteca de tu casa hace más de diez años, así que no existe ningún atenuante que pudieras alegar ante una situación como la tuya.

E.- ¿Ningún atenuante?. ¿Es que se me considera culpable de no consumir?

Fermín sonríe

F.- No, hombre, tanto como culpable...Digamos que, en una sociedad tan difusa como la nuestra, en la que se han borrado todas las etiquetas, se valora más un comportamiento mas...Mas acorde con los tiempos que vivimos, para que lo entiendas. Existen personas en la compañía que ganan bastante menos dinero que tu, y sin embargo consumen más.

E.- ¿Y como se sabe lo que consume cada uno?
F.- Eso es muy sencillo, Emilio. Hay un entramado de comunicación que lo conecta todo. Mira, te voy a poner un ejemplo. Emilio Sánchez, ¿no es así?.
E.- Si, si. Sánchez es mi apellido.

Fermín teclea el nombre, y casi al instante, aparece en el monitor un listado de videos. Elige uno al azar y lo visualiza. Emilio observa con expresión de incredulidad.

F.- Mira. Eres tu, entrando en Zata el día...Si, el día 18 de Enero. Esa es tu mujer, ¿verdad?. Bueno, voy a pasarlo un poco rápido...Así. ¿Ves?. Sales del local sin comprar nada. Una pequeña muestra. Estos videos los manda a Cornel la tienda que sea, o los graba Cornel, no lo sé, pero todo está conectado. En esas ocasiones, lo que estaría mejor visto es que compraras algo, aunque fuera simbólico. Al parecer también tienes la tarjeta del Corte Galés, y en los tres últimos meses no tuviste ningún movimiento. Cornel recibió una notificación del Corte de las más peligrosas. Etiqueta roja, no te digo más. Tu mujer, cuando salió con la mía, tampoco compró nada. En realidad, aquello fue un poco el detonante, el motivo para que me fijara un poco más en ti. Joder, Emilio, es que vas a cenar por tu aniversario de bodas, y ni siquiera pides vino, coño. Aquí tengo tu cuenta del Tatarfi. Y no voy a entrar en el local que escogiste. El Tatarfi. Un aniversario se merece un poco más de categoría, ¿no te parece?.
E.- Pero vamos a ver...No sé por donde empezar. ¿Estás diciéndome que se investiga la vida privada, los movimientos y los gastos de cada empleado de esta compañía?.
F.- No, no, Emilio, no te equivoques...De esta, y de todas, las compañías –Fermín enfatiza la palabra todas-. Es muy simple. Se empieza con los índices de audiencia. ¿Qué trabajo cuesta dar un pasito más?. Lo que ves, lo que te gusta, lo que más lees...Una cosa lleva a la otra. Lo que consumes, lo que ahorras. Vamos a ser sinceros, Emilio: existen serias sospechas de que estás ahorrando, y eso está muy, muy mal visto. Se te ha visto en varias ocasiones saliendo de la ciudad, y los satélites te han localizado en escenarios idílicos, a la orilla de un río, cerca de la provincia de Guadalajara. Sabes de sobra que está bastante en desuso la actitud rural. Hubo una época en la que ese comportamiento estuvo a punto de terminar con los pilares básicos de convivencia que las compañías habían conseguido levantar, pero todo eso se acabó, ¿me oyes?. Se acabó. Ya no hay lugar para la emotividad, para lo arcaico, y el mundo rural es anticuado, antieconómico y contraproducente.

E.- Bueno, estoy ahorrando una pequeña cantidad cada mes, si. Quiero comprarme una barca y una buena caña de pescar.

Fermín da una palmada y levanta las manos.

F.- ¿Ves?. Ahí lo tienes. ¿Eres consciente del peligro real que supone ese salto a lo bucólico?. Soledad, misoginia, depresión, falta de rendimiento...Os venden la moto de la paz interior, del placer de no hacer nada, de la quietud y la paz, y caéis como moscas. Cada vez menos, afortunadamente, pero todavía sois muchos los trogloditas en potencia a los que no os importa que esta sociedad, levantada con esfuerzo e ilusión, pueda venirse abajo. Por suerte, el sistema no se ha aborregado tanto como las personas que lo integran, y ha sabido crear los medios, los mecanismos precisos para defenderse de la innata insensatez del ser humano. El informe Cornel es una muestra de ese eficaz sistema, pero existen muchos otros. Tenemos también constancia de que te llamaron los de Seguros Petra para ofrecerte un seguro de vida, y rechazaste la oferta, cuando era una de las más ventajosas.
E.- ¿También escucháis las llamadas privadas?.
F.- No todas. Las relacionadas con asuntos comerciales, solamente. Las privadas, solo si la persona a escuchar es sospechosa de mantener actitudes inconformistas.
E.- Bueno, está bien. No voy a intentar cuestionar la legalidad de todo esto...
F.- Puedes cuestionarla si quieres, pero no te valdría de nada. La mitad de la plantilla de Cornel está compuesta por ingenieros abogados.
E.- Ya, ya, lo supongo. Lo que no se me ocurre intuir es qué va a pasar ahora.

Fermín se encoge de hombros y abre los brazos.

F.- Pues en tus manos está, Emilio. O formas parte del sistema, o te sales de el. Así de sencillo. A la compañía no le interesa tener un disidente, y más cuando tienes personas a tu cargo, y personas que además te respetan, te aman...Y podrían convertirte en una referencia, no sé si me entiendes. Con el tiempo y su acercamiento personal y emotivo hacia ti, hasta podría darse el caso de que acabaran pensando como tu, y eso, Emilio, es un reguero de pólvora que podría llegar a hacer daño. Un daño ligero, pero engorroso.
E.- Pero soy un técnico inmejorable. He ganado premios, estoy en los primeros puestos del ranking interempresas... Supongo que a la Compañía le dolería desprenderse de alguien como yo.
F.- Todo eso son falacias, Emilio. Salpicaduras al ego de los empleados, para que tampoco se adormezcan en los laureles. Créeme. A la compañía le interesa más el más fiel y acomodado al sistema, que el más completo de los profesionales.
E.- El más borrego, querrás decir.
F.- Míralo como quieras, pero esa forma de verlo no dice mucho en tu favor.

El teléfono móvil de Emilio comienza a sonar.

E.- ¿Si?... Ah, sí, sí, soy yo, Maribel... Ya, ya, ya me acuerdo. No... Escucha... No, es que no va a poder ser... No, verás, es que el lunes tenemos que entregar un proyecto, y voy a tener que trabajar en casa el fin de semana...Si, si, algo urgente...Pues nada, anúlalo, ya iremos en otra ocasión... –Emilio enrojece de repente y mira a Fermín-. Ya, ya, pues dile que ya estrenaremos en otra ocasión la caña de pescar que se ha comprado...Vale, vale, cariño...Te tengo que dejar. Estoy a punto de entrar en una reunión.

Fermín se levanta y se coloca al lado de Emilio, colocando una mano amigable encima de su hombro. Emilio guarda el móvil y se levanta.

F.- Bueno, no está mal. Podría considerar la llamada que acabas de tener como una declaración de intenciones.
E.- Si, sin duda. Puedes considerarlo como te de la gana. Si no tienes nada más, me gustaría rematar un listado antes de salir.
F.- Por supuesto, Emilio, por supuesto. Por cierto: supongo que os acercareis al Plutonio este sábado, ¿no?. Lo inauguraron el miércoles pasado. Dicen que es el Centro Comercial más grande de Europa.

Emilio se encoge de hombros

E.- Supongo...

Fermín tiende su mano. El otro la mira sin demasiado entusiasmo un momento antes de estrecharla.

F.- Muy bien, Emilio. Me ha alegrado mucho mantener esta charla informal contigo. Te deseo un gran fin de semana. Que te diviertas.

domingo, 13 de enero de 2008

La reunión de APA



Padres: Carmina, Menchu, Daniel, Jorge
Director: Alberto

Menchu y Carmina se encuentran en la puerta de la sala de reuniones. Se saludan con afectación, con sonrisa forzada y con un falso beso que ni siquiera busca el contacto de la mejilla de la otra. Ni siquiera se molestan en mirar si hay alguien en la sala, cuya puerta está cerrada.

Carmina:- Menchu, guapísima, que bien te veo. Las mechas te sientan estupendamente.
Menchu:- Tu sí que estás bien. Pareces una top model, hija. Ese tono de piel no lo has cogido paseando, querida.
C:- Han abierto un centro justo al lado de mi casa. No me lo puedo creer. Me he apuntado a un programa de treinta sesiones.
M:- Que suerte tienes, querida. Yo, si me quiero tostar, tengo que echar la tarde. En mi urbanización, a nadie se le ha ocurrido montar un negocio como ese. Mucho padel, mucho golf y mucho fitness, pero en tratamientos de belleza estamos como los paletos.
C:- Pues yo te veo mucho más cuidada, querida. Como que has adelgazado y todo, ¿no es verdad?.
M:- Algo de ejercicio sí que hago. Tengo un instructor personal de pilates. Viene a casa tres veces por semana. Es guapísimo. ¿Te acuerdas de Lorenzo Lamas, el rey de las camas?. Pues clavadito.
C:- Huuuy, que ojillos se te han puesto, picarona. Me parece a mi que Lorenzo Lamas te da algo más que Pilates.

Menchu se ruboriza repentinamente. Un rubor tenue y fugaz, que desaparece casi al instante.

M:- Anda, que estarás contenta con tu Alfredo. Se está convirtiendo en toda una celebridad en el colegio, y guapísimo. Mi Borja siempre me está contando sus proezas. El primero en deporte, el primero en llevarse a las chicas de calle...
C:- Y el último en estudios, hija. El año pasado tuve que implorar a Maite para que le dejara pasar limpio al curso siguiente. Tuvimos unas palabras, no te creas. Yo no le consentía que por un capricho suyo se nos reventaran los dos meses en Colorado. Nos costó una pasta el viaje como para desperdiciarlo.
M:- Es que a veces no se dan cuenta de lo que nos puede suponer a los padres una cosa así.
C:- Y estos, ¿habrán llegado ya?.
M:- No tengo ni idea. Me voy a asomar, a ver.

Menchu entreabre la puerta de la sala de juntas y la cierra de nuevo.

M:- Huy, si. Ahí están los tres. Anda, venga, vamos a entrar.

Carmina la sujeta un momento del brazo.

C:- Espera, espera un momento. Total, por un poco más tarde que lleguemos no les va a pasar nada. De lo que te hablé ayer por teléfono, ¿sacas tu el tema?.
M:- Mujer, no, que a mi me da mucha vergüenza.
C:- Pues hay que tocarlo, Menchu. Lo saco yo, pero tu me apoyas.
M:- Eso dalo por hecho.

Entran en la sala con autoridad, haciendo de su presencia un espectáculo. Abren los brazos, sonríen, besan falsamente, exageran... Daniel y Jorge, otros dos padres, responden a sus saludos con alegría. Alberto, el director, más discreto, espera a que todos tomen asiento.

Alberto:- Bueno, os veo muy guapos a todos. Se nota que el verano os ha sentado de maravilla.
Daniel:- El verano es agotador. Me duele todo el cuerpo de montar a caballo.
Jorge:- Eso es un retiro espiritual comparado con la paliza que me he dado yo al squash. Todos los días tres o cuatro partidos, Y tu, Matías, ¿también te has machacado?.
A:- Un poco, pero con deportes más plebeyos. Natación y bicicleta de montaña, básicamente.

Los cuatro le observan como perdonándole la vida. Sin prestarles la mínima atención, Matías saca cuatro carpetillas de su cartera de cuero y las coloca en el centro de la mesa de madera.

A:- Bueno. Vamos a hablar de estos temas.

La reunión transcurre con absoluta normalidad, sin tensión, con sonrisas y risas directas cuando se mencionan anécdotas sucedidas durante el curso anterior o durante las vacaciones del verano que acaba de terminar. Apenas media hora de charla, en la que los cuatro padres exponen sus puntos de vista, contando la mayor parte de las veces con la benevolencia de Alberto, y en muy contadas ocasiones, con su irritación. Una irritación tenue, mostrada más que otra cosa por afirmar su personalidad. Una irritación encaminada a minimizar unas cuantas peticiones muy exageradas de los padres en lo que se refiere a equipamiento, cursos especiales, logística del centro u obras a acometer.

Una vez finalizada la contienda, Alberto comienza a recoger las carpetillas.

A:- Bueno, pues esto ha sido todo por hoy.

Menchu mira a Carmina directamente a los ojos. Carmina parece recordar algo y habla:

C:- Huy, Alberto, cariño, espera, que nos estábamos dejando un asunto en el tintero.
A:- Tu dirás, Carmina.
C:- Se trata de Fermín del Castillo, ese chico de cuarto de la ESO.
A:- Fermín, Fermín... Ah, si. Pobre chico.
C:- Pues si. Una verdadera pena.
A:- A pesar de lo ocurrido a principio de curso, supo llevarlo con una entereza más que elogiable. Dudo de que otro cualquiera hubiera llegado tan lejos después de aquello. Sacó sobresalientes en casi todo.
M:- Si, si. Eso es verdad, pero Carmina te quiere hablar de otra cosa. Jorge y Daniel también están de acuerdo, creo, ¿no es así?.
J:- Yo si. Me lo comentó Carmina el otro día en el dentista, y yo se lo he comentado a Daniel.
D:- Así es.
A:- Vaya. Me tenéis en ascuas. ¿De que se trata?. Debe de ser algo muy importante para que todos os hayáis puesto de acuerdo.
C:- Bueno, verás... Es difícil decirlo. Fermín es un chico muy majo, no te creas. Resulta complicado tomar una decisión, y más al principio del curso, pero seguro que no le afecta, ni a el ni a su padre. Es un muchacho muy inteligente, y creemos que tiene más futuro en cualquier otro lugar.

Alberto se reclina en su asiento, ligeramente tenso.

A:- ¿De que me estás hablando?.

Carmina busca con mirada rápida la complicidad de los otros padres. Parece nerviosa.

C:- Todos estamos convencidos de que lo mejor para Fermín es que se le expulse del centro.

Sobre la sala se abate un espeso silencio. Alberto coloca las manos detrás de la cabeza, y hace un gesto de sorpresa.

A:- Perdona, Carmina. Repito. ¿De qué me estás hablando?.

Daniel y Jorge optan por bajar la mirada y la guardia. Cualquier observador cuidadoso detectaría en su actitud un cierto grado de vergüenza. Carmina duda y mueve los labios sin acertar a decir nada. Menchu le toca ligeramente el brazo y toma la palabra.

M:- Te estamos hablando de Fermín del Castillo, ese chico de cuarto de la ESO que perdió a su madre el año pasado.
A:- Eso ya lo sé. Hasta ahí llego, pero no entiendo que propongáis expulsarle. Es un estudiante ejemplar, jamás se ha metido en ninguna bronca, es educado, cumplidor, tímido... Uno de los mejores alumnos de este centro, sin ninguna duda.
M:- Todo eso es verdad, pero hemos hablado con otros muchos padres, a lo largo del año pasado y durante todo este verano, y todos estamos de acuerdo. Fue una pena que su madre muriera en aquel estúpido accidente, pero creemos que tanto Fermín como su padre lo han superado, y que ha llegado el momento de tomar una decisión.
A:- ¿Tomar una decisión?. ¿En qué sentido?. ¿Quién os ha pedido una decisión?.
M:- Ya te lo he dicho. Otros padres. Comentarios que se escuchan a la entrada y a la salida todos los días. Alberto, por favor, como se nota que vosotros no os enteráis de nada, que lo único que os preocupa es educar. Lo padres tenemos los ojos más abiertos para ciertas cosas.
A:- Sigo sin entender. ¿Es que se droga?. ¿Ha amenazado a alguno de sus compañeros?. ¿Mantiene una actitud golfa cuando sale de clase?.
C:- No, no, nada de eso. No tiene nada que ver con su actitud. Es que es muy difícil de explicar, pero es que Fermín, desde que perdió a su madre, se ha convertido en un...No sé como decirlo.
M:- En un chico triste. Ya está. Se ha convertido en un triste.
A:- ¿En un triste?. ¿Y que queréis que haga un chico de catorce años que pierde a su madre?. ¿Qué se ponga a bailar?.
M:- No queremos que haga nada. Posiblemente nuestros hijos reaccionarían del mismo modo, pero no es el caso. Al pobre Fermín le ha tocado la china, y se está convirtiendo en una influencia negativa para nuestros hijos. Alberto, por favor, recapacita. Un chico de catorce años necesita estar rodeado de estímulos positivos, constructivos, alegres, y Fermín del Castillo no fue el año pasado un dechado de positivismo, precisamente.

Alberto se tapa los ojos con las manos. Comienza a hablar lentamente, con un tono de voz grave y desencantado.

A:- No me puedo creer lo que estoy oyendo. Me parece una situación de psiquiatra. Algo completamente surrealista. Os habéis puesto de acuerdo para gastarme una broma pesada a costa del alumno que más ha sufrido durante todo el año pasado.
C:- No es nada surrealista. Hemos hablado con muchos padres, y todos están de acuerdo. Nuestros hijos necesitan estar rodeados de un ambiente sano para salir adelante en la vida. Tienen que hacer deporte, estimular las relaciones, disfrutar con la convivencia con sus compañeros...
A:- Y tener a sus dos padres, por lo que veo.
M:- Eso no es cierto. Hay muchos niños de padres divorciados, y se integran perfectamente en el espíritu del colegio.
A:- ¿El espíritu del colegio?. ¿Y quien dicta la forma que tiene que tener ese espíritu?. ¿Vosotros?.
M:- No somos solo nosotros. Nosotros representamos a todos los padres, y te puedo asegurar que hemos hablado prácticamente con todos.
A:- Eso seguro. Si no fuera así no os atreveríais siquiera a proponer algo tan inmundo como la expulsión de Fermín. Seguro que habéis hablado con todos los padres, excepto con uno.
C:- ¿A quien te refieres?.
A:- Al padre de Fermín, por supuesto.

Los cuatro intercambian miradas que parecen tener una mezcla de culpabilidad y de fastidio. Carmina mira su reloj nerviosa. Siente que este asunto se les está escapando de las manos. Alberto les está manejando como marionetas, y eso, piensa ella, no puede ser.

C:- Mira, Alberto, te voy a decir una cosa. La decisión ya está tomada. Queríamos comentártela para que nos dieras tu aprobación, no para que intentaras que nos sintiéramos unos seres despreciables, que es lo que parece que quieres conseguir.
A:- No sabéis lo que me avergüenza en estos momentos dirigir este centro.

Jorge se tensa en su silla.

J:- Pues eso tiene fácil arreglo. Fermín no tiene porqué ser la única persona que abandone el colegio este año. Si tanto te duele que se vaya, no tienes más que acompañarle.
A:- ¿Cómo?. ¿También estáis contra mi?.
D:- Mira Alberto, vamos a ser realistas. Tu eres el director del colegio, no el propietario. Seguro que Amparo se llevaría un gran disgusto si viera que el director que tiene le lleva la contraria a la mismísima APA.
M:- Se llevaría un disgusto posiblemente más grande que el que se llevaría si se enterara de la aventura que tuviste el año pasado con su hija Nuria.
A:- Vaya, no sois el APA, sino el KGB, la GESTAPO... La misma CIA.
C:- Estamos en el mundo, simplemente. Hay que estar enterado de lo que te rodea para poder vivir.
A:- Y si lo que te rodea lo conviertes en mierda, pues más a gusto se vive. Amparo sabe de sobra lo de Nuria. Se lo conté yo mismo el año pasado. Ahora estamos saliendo formalmente.

Carmen mira a Menchu y se encara otra vez con el director.

C:- Da igual. Si no es eso, será otra cosa, pero no te enfrentes con nosotros, porque tienes todas las de perder.
A:- Eso es lo único que tengo claro. Seríais capaces de fulminar, de un modo u otro, a otro aquel que os llevara la contraria, a todo el que no comparta vuestros enfermizos planteamientos. Lo habéis demostrado de sobra con el pobre Fermín, que ya está sentenciado.
D:- No somos tan perversos. Nos estás haciendo aparecer como unos monstruos. Solo nos interesa el bienestar de nuestros hijos.
A:- El bienestar de vuestros hijos...

Alberto se levanta y guarda las carpetas en su cartera de cuero. Hace ligeros signos de negación con la cabeza. Parece abatido. Los cuatro padres siguen sentados, observándole, esperando una reacción que les permita intuir lo que le está pasando por la cabeza al director.

A:- El bienestar de vuestro hijos, por encima de cualquier otro planteamiento. Por encima de la ética, de la moral, de la misma bondad. El bienestar de vuestros hijos, aunque para conseguirlo haya que pisotear al que se ponga por delante. Tiro la toalla, señores. Mañana a primera hora le presentaré mi dimisión a Amparo.

Alberto sale de la sala de juntas. Los cuatro padres intercambian miradas neutras, como si no entendieran la actitud de Alberto. Finalmente, Daniel se encoge de hombros y hace un gesto de desprecio hacia la puerta de la sala.

D:- ¿Qué se habrá pensado este tío?. ¿Será por directores?.

sábado, 5 de enero de 2008

La primera cena


Visita: David, Susana y Jose María
Anfitriones: Luis, Pilar y Borja

Luis.- Valores. Lo que ocurre es que hoy en día no somos capaces de inculcar valores a nuestros hijos. Nos hemos vuelto cómodos. Si nuestro hijo hace una trastada, y nadie protesta, la mayoría de las veces por pereza o por una simple cuestión de educación, no pasa nada. Miramos a su madre, ella nos mira, y los dos callamos. Llámalo dejadez, cobardía... Llámalo como quieras. El niño, la próxima vez, hará una trastada más grande. Estamos hartos de verlo. En el cine, en un restaurante... Nadie protesta a pesar del ataque al sentido común que protagonizan muchas veces ciertas pequeñas bestezuelas sin cerebro.
David.- A nosotros no nos ocurre eso, por suerte. Hemos tratado de inculcar en Jose María el respeto a los demás, el respeto al campo personal del prójimo. Sabe que hay barreras que no puede franquear. No se le ocurre, por ejemplo, ponerse a jugar en un restaurante. Eso está prohibido, y lo sabe. Sin necesidad de castigo físico.
L.- ¿Y como lo habéis conseguido?.
D.- Simplemente, aprendiendo a decirle “no”. Eso es lo más importante para educar en valores a un niño. Saber decirle que no a tiempo. Y si se pone terco, algún que otro azote, pero pocos. Solamente hay que llegar al azote cuando el niño traspasa algún límite que sabe de sobra que no puede traspasar bajo ningún concepto. Es absurdo castigar a un niño por algo que haya hecho sin tener conciencia de que está mal.
L.- Resulta fácil decirlo, pero es muy cansado eso de estar siempre “no hagas eso” o “estate quieto”, sobre todo cuando tratar de enderezar a un hijo provoca automáticamente un conflicto de criterios entre la pareja de padres. Somos muy egoístas en ese sentido. Pilar y yo discutimos mucho a causa de eso. A cada uno nos han educado de una forma, y pensamos que la educación que hemos recibido es la acertada. No desperdiciamos ninguna oportunidad de machacar la hipotética mala educación que ha recibido nuestra pareja. Antes no ocurría eso. Cuando éramos niños nosotros, tanto la madre como el padre tenían perfectamente definidos sus roles en lo tocante a nuestra educación. Lo que decía la madre iba a misa, pero lo que decía el padre... Amigo, lo que decía el padre era el verbo.
D.- ¿El que?.
L.- El verbo. La verdad. Lo más sagrado.
D.- Por supuesto, por supuesto. Bueno, y estas mujeres... ¿Se puede saber por qué tardáis tanto?. Lleváis más de una hora en la cocina.

Susana sale de la cocina con los brazos cruzados y un cigarrillo encendido.

Susana.- Pilar, que se ha puesto imposible. Se ha empeñado en preparar un hojaldre relleno de morcilla con pasas y piñones y recubierto de cebolla caramelizada. No te puedes hacer una idea de la cena que ha preparado esta mujer, David.
Pilar.- Que exagerada eres, Susana. Si no he preparado nada. Unas tartaletas rellenas de ensalada Archena, pimientos asados, ventresca al horno con fondo de patatas panaderas y el hojaldre de morcilla recubierto con cebolla caramelizada. Nada del otro mundo.
S.- Y macarrones con patatas sonrisa para los chicos, y canapés de salmón con salsa holandesa... No digas que no, Pilar. Te has pasado cuatro pueblos.
L.- ¿Tu bebes vino, David?.
D.- normalmente no, pero si tu vas a beber, me apunto.
L.- ¿Qué prefieres?. ¿Rioja?. ¿Ribera del Duero?.
D.- Lo que tu prefieras. No soy muy entendido.

Luis se levanta, va a la cocina y vuelve con una botella.

L.- Si te parece, abrimos este Navarra que me regalaron el otro día. Me han asegurado que está buenísimo. No sé que personaje famoso, gran entendedor de vinos, ha dicho que no todo acaba en Rioja y Ribera del Duero.
D.- Por supuesto. El que tu quieras, Luis.
P.- Ya puedes ir a buscar a los chicos, Luis.

Luis sale del salón y enfila el pasillo hasta la habitación de Borja.

L.- Jose María, Borja... A cenar.

Aparecen los chicos, ambos de once años, y se sientan en el lugar asignado para ellos en la mesa de comedor. Pilar sale de la cocina y les pone a cada uno un plato de humeante pasta con carne. Borja y Jose María acometen los macarrones con verdadera voracidad, mientras Susana les coloca enfrente una fuente de patatas sonrisa. David, que está sentado al lado de su hijo, le acaricia el pelo sonriendo.

D.- ¿Qué tal te lo estás pasando?.
JM.- Genial. Borja tiene unos juegos de Play que son una gozada.
D.- ¿Si?. ¿A cual estáis jugando?.
JM.- Al de las Olimpiadas de Atenas. El tiro se me ha dado muy mal, pero he ganado a Borja en todas las carreras.
D.- Ya sabes que lo importante no es ganar, sino participar, y pasar además un buen rato.

Borja, que ya ha dado buena cuenta de los macarrones y luce alrededor de la boca un grueso anillo de maquillaje rojo, coge dos patatas sonrisa y habla mientras se las come.

B.- Y si además de participar ganas, de puta madre.

Pilar aparece, muy seria, en la puerta de la cocina.

P.- ¿Qué forma de hablar es esa, Borja?.

Borja la mira de reojo. Es consciente de que acaba de meter la pata.

B.- Se me ha escapado.
P.- Pues que no se te escape más, que no quiero tenerla contigo esta noche.

Luis aparece en el salón con la botella de vino abierta y le sirve a David en su copa.

L.- Pruébalo, a ver que te parece.

David bebe un sorbo.

D.- Muy bueno.

Luis se sirve un poco. Coge la copa, la levanta, la gira, la mira al trasluz con los ojos entornados. David le observa con una cierta fascinación.

L.- La verdad es que tiene un color espectacular. Rojo suave con destellos irisados -lo huele metiendo la nariz entera en la copa-. Aroma afrutado con un ligero toque a madera. Explosión de taninos.
D.- Sí. Eso si lo he notado yo. Le sobran taninos.

Luis le mira, serio. David sonríe.

L.- Anda ya. Te estás quedando conmigo.
D.- Te confieso, Luis, que no tengo ni puñetera idea de vinos. Lo mismo me sabe un Rioja que uno de Navarra.
L.- Yo terminé la semana pasada un cursillo de cata.
D.- Se nota. Dominas mucho esto de los vinos.

Pilar y Susana salen de la cocina y se sientan, cada una al lado de su marido. Pilar da la salida cogiendo un canapé de ensalada.

P.- Probad Los canapés de ensalada Archena. Están buenísimos.
S.- ¿Porqué los llamas así?. ¿Es que en Archena existe alguna ensalada típica?.
L.- No. La verdad es que se trata de una ensalada que probamos en el Balneario de Archena, y nos encantó. Pilar le cogió el puntillo rápidamente.
D.- Mmm... Está buenísima.
S.- David, por favor. Te he dicho mil veces que no hables con la boca llena.
L.- No te preocupes, mujer. Estamos en familia.

Los chicos terminan las patatas sonrisa, y con la boca llena salen corriendo al cuarto de Borja.

P.- Y estos dos... ¿Qué os parece?.
S.- Se han hecho amigos casi al instante.
L.- A Borja le viene muy bien una amistad como la de Jose María. La verdad es que ya estábamos empezando a preocuparnos. Siempre solo, en el colegio... Le cuesta un trabajo terrible hacer amigos.
D.- Jose María también es bastante tímido. A lo mejor han conectado precisamente por eso.
P.- Lo curioso es que tienen prácticamente los mismos gustos. Las cartas de Magic, los juegos de Play, los Warhammer...
L.- Eso no es representativo. Esos son los gustos del noventa y cinco por ciento de los chavales de su edad.
P.- Pero los chicos de su edad se pasan todo el día gruñendo, protestando... Tú lo sabes, Luis. Le pasa con Carlitos. Y estos, en cambio... Es que no se les oye. Es admirable.
S.- Son los dos muy prudentes. A mi me cuesta creer que mi hijo o el tuyo haga algún día una trastada gorda.
P.- Tienes razón. Yo le dejo muchas veces solo en casa y salgo sin ningún problema. No por mucho tiempo, por supuesto, pero se puede decir que me voy a comprar con total tranquilidad.
S.- Eso mismo hago yo con Jose María.
L.- De todas formas, has puesto un ejemplo que no vale. Carlitos no cuenta. Es un chico muy especial.
D.- ¿Qué le pasa?.
L.- Que está lleno de complejos. Su padre debe estar metido en alguna secta, o esa impresión nos da.
P.- Te da a ti, que siempre estás con lo mismo. Es verdad. Cuando quedamos con ellos, Luis no para de hacerle preguntas, a ver si le sonsaca algo. Yo lo paso fatal, porque se le nota a la legua que le está examinando. Toma, David, prueba un poco de morcilla.

David está encantado. Sonriendo, se sirve más de la mitad de la bandeja.

S.- Oye, que también tenemos que comer los demás...

David mira a su mujer con ojos cansados y devuelve una parte de lo que se había servido a la bandeja.

L.- El caso es que, el tal Carlitos, está obsesionado con ganar a cualquier cosa que juegue. Resulta cargante. Yo creo que le gusta jugar con Borja porque Borja no tiene para nada esa necesidad enfermiza de ganar.
P.- Eres un exagerado, Luis. Tampoco se trata de eso. No es una necesidad enfermiza de ganar. Es un niño competitivo, simplemente.
L.- No exagero nada, Pilar. Acuérdate que el otro día casi muere aplastado porque le apostó a Borja que el era más rápido bajando la puerta del garaje de su casa.
P.- Es que viven en un chalet en Las Rozas.
L.- Su padre cambió un pisazo de doscientos metros en una urbanización con piscina en Arturo Soria por un chalet en las Rozas que está casi pared con pared con un centro comercial. Y en una parcela ridícula. Apenas quinientos metros, si llega.
D.- La mentalidad de la vida en el chalet. Todo el mundo quiere vivir en un chalet, sin darse cuenta de que lo único que entraña esa forma de vida son dificultades. No valoran que cada vez que quieras ir a la habitación tienes que subir un tramo de escaleras, y que si se te rompe una teja no te queda más remedio que arreglártela tu mismo.
L.- Pero eso no es lo peor. Uno de los argumentos que más utilizan los que viven en chalets es que se tiene más intimidad que en un piso, y eso es mentira. En los chalets se acaba viviendo prácticamente en comunidad, invitando a la barbacoa del sábado a los que te caen bien y robándoles las bicicletas de los niños a los que te caen mal.
D.- Estoy de acuerdo contigo, sobre todo en lo de la pereza a la hora de arreglar algo. Lo de vivir en comunidad supongo que lo superaría, porque la pura realidad es que soy un poco insociable. Me cuesta conectar con la gente, aunque, cuando lo hago, me entrego totalmente, de verdad. Para mi, la amistad es un compromiso casi más grande que la familia. Me cuesta hacer amigo porque no soporto que me pierdan el respeto, y muchos amigos creen que, por el hecho de serlo, pueden invadir tu espacio personal cuando les apetezca y faltarte al respeto cuando les de la gana.

Luis se sirve otra copa de vino.

D.- Oye Luis, perdona la indiscreción, pero, ¿no estás bebiendo un poco deprisa?.

Luis enrojece ligeramente. Susana, ante la repentina insinuación de su marido, también.

L._ Estoy a gusto, y el vino me está sentando estupendamente, pero si, es posible que tenga que cortarme un poco. Me he bebido yo solo bastante más de media botella.
D.- Perdona el comentario, pero no me gustaría que te sintieras mal por haberte bebido el vino demasiado deprisa.
L.- Tienes razón. Y además te estoy dejando a ti sin el.

Los cuatro ríen y recuperan el tono cordial.

P.- Espero que, ahora que hemos cogido cierta confianza, vengais a visitarnos más a menudo. Esta primera cena tiene que repetirse.
S.- Eso dalo por hecho, Pilar. La próxima en mi casa, aunque te aseguro que mi nivel como cocinera deja mucho que desear. Has puesto el listón muy alto, pero bueno, ya se me ocurrirá algo para sorprenderos.
D.- Lo de Susana no es la cocina, desde luego. No se le ha dado nada bien, supongo que porque su madre tampoco es ninguna experta.
L.- En ese sentido, tengo que decir que mi suegra es casi tan buena cocinando como mi mujer. De casta le viene al galgo, desde luego...

Nada más decir eso, Luis se desploma repentinamente sobre su propio plato, escondiendo su rostro en una mezcla de pimientos asados, cebolla caramelizada y ventresca. Pilar enrojece rapidamente y se levanta sobresaltada. David y Susana dejan también los cubiertos.

P.- Ay, Dios mío...¿Qué te ha pasado Luis?. Luis, por favor, contéstame. Ay, Dios mío, Dios mío, que no se mueve.

David retira a Luis del plato, tratando de no mancharse las manos con los restos de comida.

P.- Ay, Ay, que está sangrando...
S.- Tranquila, Pilar, que son los pimientos. Posiblemente le haya sentado mal el vino. David, vamos a cogerlo y lo tumbamos un momento en el sofá, a ver si se recupera.

David le agarra de los hombros y Susana de la piernas, mientras Pilar se frota las manos visiblemente nerviosa, a punto de estallar. Lo tumban en el sofá. La mano de Luis cuelga inerte hasta tocar el suelo.

P.- Voy a llamar a una ambulancia. Esto no es normal. Nunca le había pasado. Creo que no respira.

David aproxima su oído al pecho de Luis y afirma con la cabeza.

D.- Sí, sí que respira. Espera un poco antes de llamar, Pilar. Creo que se está recuperando.

Pilar ha cogido el inalámbrico, pero no maraca. Las optimistas palabras de David parece que la han calmado un poco.

P.- ¿Tu crees que se va a recuperar de verdad, Da...

Ni siquiera termina el nombre. A Pilar se le quedan al instante los ojos en blanco, y se desploma sobre la alfombra con la misma contundencia que un saco de patatas. Ni siquiera ha soltado el inalámbrico. David se incorpora, la agarra de los hombros y la apoya en el sofá. Susana enciende un cigarrillo y se cruza de brazos.

D.- Menos mal. Pensaba que iba a llamar a la ambulancia. Nos habría metido en un buen lío.
S.- ¿Qué ha ocurrido?. Se supone que se iban a desmayar al mismo tiempo.
D.- No me extraña que Luis se haya adelantado. Se ha bebido casi toda la botella. Por eso le insinué que estaba bebiendo demasiado deprisa Seguro que eso acelera el proceso del desmayo. Bueno, venga, no tenemos mucho tiempo. Apenas media hora. Ocúpate de las joyas y busca el dinero. Creo que la caja está en el dormitorio.

David sale al pasillo y se asoma a la habitación de Borja.

D.- Muy bien, hijo. Recuéstale así, en el cojín. Bien pensado.
J.- Se me ocurrió la última vez, papá. Gustavo, al caer, se pegó un golpe muy grande con el castillo de playmobil, y me dio pena.

David desenchufa los televisores de plasma, el equipo de música y el home cinema. Después, amontona todo en la puerta y se dedica a abrir y cerrar cajones en busca de objetos de valor. Susana vuelve con un saco de plástico. Ambos se han colocado guantes, y se dedican ahora, minuciosamente, a borrar las huellas de los cubiertos que han utilizado.

D.- Esto no deja de ser una tontería. No estamos fichados.
S.- Ya lo estaremos algún día.
D.- ¿Qué quieres decir?.
S.- Que ya me estoy cansando un poco de todo esto. Cuando casi le estoy cogiendo cariño a una familia, venga, todo al traste. Otra vez a cambiar de ciudad, de colegio para Jose María... Esto no es bueno, David, y tu lo sabes.
D.- Si. La verdad es que tienes razón. Esta pareja era muy agradable, y su hijo, majísimo. No sé si merecerá la pena perder todo eso por un poco de pasta. Nunca viene mal, claro, pero no sé si compensa.
S.- Prométeme que esta es la última vez, David. Jose María tiene que asentarse, echar raíces. Al ritmo que va, y con lo tímido que es, le va a costar un trabajo tremendo hacerse amigos.
D.- Ya veremos, Susana, ya veremos.

Jose María aparece. En su mano enguantada en latex lleva un juego de Play.

J.- Papá, mamá, ¿me puedo llevar este?.

David lo coge, se pone las gafas contra la presbicia y mira las características.

D.- Es para mayores de dieciocho años, y muy violento. Lo siento hijo. Déjalo donde estaba. No quiero que te acostumbres a este tipo de juegos y puedas acabar convertido en un delincuente.