miércoles, 18 de febrero de 2009

Tres relatos cortos


Os pongo a continuación tres relatos cortos que he escrito en exclusiva para uno de los foros en los que participo de vez en cuando. La razón para colgarlos aquí es que no quiero que se acaben perdiendo. Un saludo a todos, y espero que os gusten.
Vidas ejemplares: Servando Castelar

La meteórica carrera de Servando Castelar hacia la cúpula de la alta dirección de una conocida multinacional norteamericana, se vio truncada hace cinco años, en el transcurso de un exclusivo curso para altos ejecutivos, impartido por el prestigioso anacoreta Feng-on-my-Biang en un monasterio de las faldas del Himalaya.Castelar había sido elegido, junto a otros diez altos cargos de la compañía, para realizar el curso, cuyo precio oscilaba entre ocho y nueve mil euros la jornada, en régimen de pensión completa, y con ocho horas lectivas diarias. Las características del curso, enfocado a mentalizar positivamente a ejecutivos de alta dirección, le conferían una calidad tal de contenidos, que la compañía decidió transmitir algunas de sus partes por videoconferencia al resto de los empleados de la compañía.Quiso la casualidad que aquella nefasta tarde, se transmitiera la clase de ananga-yogy-bear. Servando realizó a la perfección la postura de la mantis subrepticia, y la del junco mecido por el viento, e incluso la del muérdago en tensión, pero cuando estiró sus brazos, retorció su cuerpo, y abrió las piernas para adoptar la postura de la luna romántica, un enorme cuesco, provocado por el esfuerzo, pero sin duda también por el frugal régimen seguido aquellos días a base de semillas de soja, semillas de sésamo y semillas en general, se escapó de su desgarrado esfínter, con gran sonoridad y desparramo consiguiente general.Servando Castelar es actualmente un cotizado vocero de la lonja de pescado del puerto de Camariñas. Los que le han escuchado alaban su dicción, “similar a la de su antepasado político, ese que daba discursos”, al decir de la mayoría.El vídeo con la ventosidad estuvo varias semanas como el más visto del portal Youtube.



Alegrame la noche

Del aseo de caballeros sale primero María, la mujer de la limpieza, una sudamericana trigueña a la que ya le tengo echado el ojo, que insinúa unas formas increíbles en su cuerpo, a pesar de ir siempre vestida con un anodino y enorme uniforme de color azul claro. Su mirada se cruza con la mía un momento, y se ruboriza. Lleva en la mano la bolsa de plástico con el contenido de la papelera. Un encuentro que no hubiera significado nada de no haber salido casi al instante detrás de ella Ramón, “el cigüeña”, el vigilante de seguridad, abotonándose el cuello de la camisa y con una intensa palidez que se acrecienta en su rostro al verme.Ha tenido que pasar algo en este aseo. La pareja ha aprovechado que el edificio debería estar vacío, sin imaginarse que todavía quedaba el de siempre, el pringado que no tiene otra cosa mejor que hacer que quedarse a echar horas, porque se aburre en casa. Entro frenético, buscando señales. Mi vida sexual es tan patética, basada únicamente en mi mano izquierda, que me paso la vida babeando a la caza de situaciones que después, pensando en ellas, me inspiren para humedecer mis preámbulos al sueño. Es posible, si encuentro algo, que mi paja de esta noche se la dedique a esta sugerente pareja.Nada. Ni pelos en ninguno de los tres retretes, ni marcas de sudor, ni siquiera marcas de dedos. Encontrar un tanga usado de María ya habría sido la rehostia. Le habría servido a mi podrida imaginación durante más de dos meses. Excitado, imaginando lo que probablemente nunca ha ocurrido, olisqueo el ambiente como el protagonista de “El perfume”, con el mismo nerviosismo que un chihuahua buscando un bombón de chocolate. Nada. Me resigno a la realidad. No ha ocurrido nada. La humanidad es más decente de lo que le gustaría a mi enfermo cerebro.Bajo a recepción. María está frente a la garita de Ramón, barriendo un resto de polvo. El silencio monacal queda roto únicamente por el sonido de mis pasos, que resuenan en el mármol pulido. Cuando paso frente a ellos, me saludan tímidamente, deseándome un buen fin de semana. Cuando giro a la izquierda, para bajar al aparcamiento, miro a María de reojo. En un instante fugaz, la mujer le dirige a Ramón la mirada más lasciva que he visto en toda mi vida. El corazón me da un vuelco en el pecho. Para rematar, María pasa su lengua por el labio inferior, humedecido para la ocasión. María tiene unos labios increíblemente sensuales. Sin poder evitarlo, un fuerte y casi doloroso bulto se va formando en mi entrepierna. El “casual wear” de los viernes me está jugando una mala pasada. De llevar los pantalones chinos en vez de estos tejanos, no sentiría el malestar que estoy sintiendo. Cuando entro en el ascensor, el dolor se hace insoportable, y no me queda más remedio que abrir la bragueta, para aliviar la tensión. Finalmente, y sin saberlo, la buena de María me ha alegrado la noche



Vidas ejemplares: Bernarda Moreno

La simpática a la par que agradable Bernarda Moreno, actualmente vendedora a domicilio de productos de limpieza, perdió su oportunidad de triunfar en el mundo del cine el mismo día en que empezó, a finales de la década de los setenta, como ayudante de producción de una coproducción hispano-italiana rodada en el desierto de Tabernas, en Almería. El por aquel entonces apreciado galán Servando Molina, encorsetado a partir del suceso en papeles de monstruo de feria, enterrador macabro, jorobado de Notre Dame o simple gañán, recibió del extra Porfirio Urrutia, ex-camionero, ex-estibador de puerto, y campeón durante quince años de levantamiento de piedra de molino, un soberbio puñetazo que le destrozó por completo el rostro, y afectó a gran parte de sus funciones motoras. El inesperado puñetazo se produjo después de que el reconocido director Michael Tarantini le hiciera repetir veinticuatro veces a Porfirio una escena en la que, después de beberse un Whisky de un solo trago, amenazaba a Servando con romperle la cabeza.Fue entonces cuando Bernarda Moreno aprendió que, en las películas del oeste, el whisky siempre se substituía por té frío.