domingo, 13 de enero de 2008

La reunión de APA



Padres: Carmina, Menchu, Daniel, Jorge
Director: Alberto

Menchu y Carmina se encuentran en la puerta de la sala de reuniones. Se saludan con afectación, con sonrisa forzada y con un falso beso que ni siquiera busca el contacto de la mejilla de la otra. Ni siquiera se molestan en mirar si hay alguien en la sala, cuya puerta está cerrada.

Carmina:- Menchu, guapísima, que bien te veo. Las mechas te sientan estupendamente.
Menchu:- Tu sí que estás bien. Pareces una top model, hija. Ese tono de piel no lo has cogido paseando, querida.
C:- Han abierto un centro justo al lado de mi casa. No me lo puedo creer. Me he apuntado a un programa de treinta sesiones.
M:- Que suerte tienes, querida. Yo, si me quiero tostar, tengo que echar la tarde. En mi urbanización, a nadie se le ha ocurrido montar un negocio como ese. Mucho padel, mucho golf y mucho fitness, pero en tratamientos de belleza estamos como los paletos.
C:- Pues yo te veo mucho más cuidada, querida. Como que has adelgazado y todo, ¿no es verdad?.
M:- Algo de ejercicio sí que hago. Tengo un instructor personal de pilates. Viene a casa tres veces por semana. Es guapísimo. ¿Te acuerdas de Lorenzo Lamas, el rey de las camas?. Pues clavadito.
C:- Huuuy, que ojillos se te han puesto, picarona. Me parece a mi que Lorenzo Lamas te da algo más que Pilates.

Menchu se ruboriza repentinamente. Un rubor tenue y fugaz, que desaparece casi al instante.

M:- Anda, que estarás contenta con tu Alfredo. Se está convirtiendo en toda una celebridad en el colegio, y guapísimo. Mi Borja siempre me está contando sus proezas. El primero en deporte, el primero en llevarse a las chicas de calle...
C:- Y el último en estudios, hija. El año pasado tuve que implorar a Maite para que le dejara pasar limpio al curso siguiente. Tuvimos unas palabras, no te creas. Yo no le consentía que por un capricho suyo se nos reventaran los dos meses en Colorado. Nos costó una pasta el viaje como para desperdiciarlo.
M:- Es que a veces no se dan cuenta de lo que nos puede suponer a los padres una cosa así.
C:- Y estos, ¿habrán llegado ya?.
M:- No tengo ni idea. Me voy a asomar, a ver.

Menchu entreabre la puerta de la sala de juntas y la cierra de nuevo.

M:- Huy, si. Ahí están los tres. Anda, venga, vamos a entrar.

Carmina la sujeta un momento del brazo.

C:- Espera, espera un momento. Total, por un poco más tarde que lleguemos no les va a pasar nada. De lo que te hablé ayer por teléfono, ¿sacas tu el tema?.
M:- Mujer, no, que a mi me da mucha vergüenza.
C:- Pues hay que tocarlo, Menchu. Lo saco yo, pero tu me apoyas.
M:- Eso dalo por hecho.

Entran en la sala con autoridad, haciendo de su presencia un espectáculo. Abren los brazos, sonríen, besan falsamente, exageran... Daniel y Jorge, otros dos padres, responden a sus saludos con alegría. Alberto, el director, más discreto, espera a que todos tomen asiento.

Alberto:- Bueno, os veo muy guapos a todos. Se nota que el verano os ha sentado de maravilla.
Daniel:- El verano es agotador. Me duele todo el cuerpo de montar a caballo.
Jorge:- Eso es un retiro espiritual comparado con la paliza que me he dado yo al squash. Todos los días tres o cuatro partidos, Y tu, Matías, ¿también te has machacado?.
A:- Un poco, pero con deportes más plebeyos. Natación y bicicleta de montaña, básicamente.

Los cuatro le observan como perdonándole la vida. Sin prestarles la mínima atención, Matías saca cuatro carpetillas de su cartera de cuero y las coloca en el centro de la mesa de madera.

A:- Bueno. Vamos a hablar de estos temas.

La reunión transcurre con absoluta normalidad, sin tensión, con sonrisas y risas directas cuando se mencionan anécdotas sucedidas durante el curso anterior o durante las vacaciones del verano que acaba de terminar. Apenas media hora de charla, en la que los cuatro padres exponen sus puntos de vista, contando la mayor parte de las veces con la benevolencia de Alberto, y en muy contadas ocasiones, con su irritación. Una irritación tenue, mostrada más que otra cosa por afirmar su personalidad. Una irritación encaminada a minimizar unas cuantas peticiones muy exageradas de los padres en lo que se refiere a equipamiento, cursos especiales, logística del centro u obras a acometer.

Una vez finalizada la contienda, Alberto comienza a recoger las carpetillas.

A:- Bueno, pues esto ha sido todo por hoy.

Menchu mira a Carmina directamente a los ojos. Carmina parece recordar algo y habla:

C:- Huy, Alberto, cariño, espera, que nos estábamos dejando un asunto en el tintero.
A:- Tu dirás, Carmina.
C:- Se trata de Fermín del Castillo, ese chico de cuarto de la ESO.
A:- Fermín, Fermín... Ah, si. Pobre chico.
C:- Pues si. Una verdadera pena.
A:- A pesar de lo ocurrido a principio de curso, supo llevarlo con una entereza más que elogiable. Dudo de que otro cualquiera hubiera llegado tan lejos después de aquello. Sacó sobresalientes en casi todo.
M:- Si, si. Eso es verdad, pero Carmina te quiere hablar de otra cosa. Jorge y Daniel también están de acuerdo, creo, ¿no es así?.
J:- Yo si. Me lo comentó Carmina el otro día en el dentista, y yo se lo he comentado a Daniel.
D:- Así es.
A:- Vaya. Me tenéis en ascuas. ¿De que se trata?. Debe de ser algo muy importante para que todos os hayáis puesto de acuerdo.
C:- Bueno, verás... Es difícil decirlo. Fermín es un chico muy majo, no te creas. Resulta complicado tomar una decisión, y más al principio del curso, pero seguro que no le afecta, ni a el ni a su padre. Es un muchacho muy inteligente, y creemos que tiene más futuro en cualquier otro lugar.

Alberto se reclina en su asiento, ligeramente tenso.

A:- ¿De que me estás hablando?.

Carmina busca con mirada rápida la complicidad de los otros padres. Parece nerviosa.

C:- Todos estamos convencidos de que lo mejor para Fermín es que se le expulse del centro.

Sobre la sala se abate un espeso silencio. Alberto coloca las manos detrás de la cabeza, y hace un gesto de sorpresa.

A:- Perdona, Carmina. Repito. ¿De qué me estás hablando?.

Daniel y Jorge optan por bajar la mirada y la guardia. Cualquier observador cuidadoso detectaría en su actitud un cierto grado de vergüenza. Carmina duda y mueve los labios sin acertar a decir nada. Menchu le toca ligeramente el brazo y toma la palabra.

M:- Te estamos hablando de Fermín del Castillo, ese chico de cuarto de la ESO que perdió a su madre el año pasado.
A:- Eso ya lo sé. Hasta ahí llego, pero no entiendo que propongáis expulsarle. Es un estudiante ejemplar, jamás se ha metido en ninguna bronca, es educado, cumplidor, tímido... Uno de los mejores alumnos de este centro, sin ninguna duda.
M:- Todo eso es verdad, pero hemos hablado con otros muchos padres, a lo largo del año pasado y durante todo este verano, y todos estamos de acuerdo. Fue una pena que su madre muriera en aquel estúpido accidente, pero creemos que tanto Fermín como su padre lo han superado, y que ha llegado el momento de tomar una decisión.
A:- ¿Tomar una decisión?. ¿En qué sentido?. ¿Quién os ha pedido una decisión?.
M:- Ya te lo he dicho. Otros padres. Comentarios que se escuchan a la entrada y a la salida todos los días. Alberto, por favor, como se nota que vosotros no os enteráis de nada, que lo único que os preocupa es educar. Lo padres tenemos los ojos más abiertos para ciertas cosas.
A:- Sigo sin entender. ¿Es que se droga?. ¿Ha amenazado a alguno de sus compañeros?. ¿Mantiene una actitud golfa cuando sale de clase?.
C:- No, no, nada de eso. No tiene nada que ver con su actitud. Es que es muy difícil de explicar, pero es que Fermín, desde que perdió a su madre, se ha convertido en un...No sé como decirlo.
M:- En un chico triste. Ya está. Se ha convertido en un triste.
A:- ¿En un triste?. ¿Y que queréis que haga un chico de catorce años que pierde a su madre?. ¿Qué se ponga a bailar?.
M:- No queremos que haga nada. Posiblemente nuestros hijos reaccionarían del mismo modo, pero no es el caso. Al pobre Fermín le ha tocado la china, y se está convirtiendo en una influencia negativa para nuestros hijos. Alberto, por favor, recapacita. Un chico de catorce años necesita estar rodeado de estímulos positivos, constructivos, alegres, y Fermín del Castillo no fue el año pasado un dechado de positivismo, precisamente.

Alberto se tapa los ojos con las manos. Comienza a hablar lentamente, con un tono de voz grave y desencantado.

A:- No me puedo creer lo que estoy oyendo. Me parece una situación de psiquiatra. Algo completamente surrealista. Os habéis puesto de acuerdo para gastarme una broma pesada a costa del alumno que más ha sufrido durante todo el año pasado.
C:- No es nada surrealista. Hemos hablado con muchos padres, y todos están de acuerdo. Nuestros hijos necesitan estar rodeados de un ambiente sano para salir adelante en la vida. Tienen que hacer deporte, estimular las relaciones, disfrutar con la convivencia con sus compañeros...
A:- Y tener a sus dos padres, por lo que veo.
M:- Eso no es cierto. Hay muchos niños de padres divorciados, y se integran perfectamente en el espíritu del colegio.
A:- ¿El espíritu del colegio?. ¿Y quien dicta la forma que tiene que tener ese espíritu?. ¿Vosotros?.
M:- No somos solo nosotros. Nosotros representamos a todos los padres, y te puedo asegurar que hemos hablado prácticamente con todos.
A:- Eso seguro. Si no fuera así no os atreveríais siquiera a proponer algo tan inmundo como la expulsión de Fermín. Seguro que habéis hablado con todos los padres, excepto con uno.
C:- ¿A quien te refieres?.
A:- Al padre de Fermín, por supuesto.

Los cuatro intercambian miradas que parecen tener una mezcla de culpabilidad y de fastidio. Carmina mira su reloj nerviosa. Siente que este asunto se les está escapando de las manos. Alberto les está manejando como marionetas, y eso, piensa ella, no puede ser.

C:- Mira, Alberto, te voy a decir una cosa. La decisión ya está tomada. Queríamos comentártela para que nos dieras tu aprobación, no para que intentaras que nos sintiéramos unos seres despreciables, que es lo que parece que quieres conseguir.
A:- No sabéis lo que me avergüenza en estos momentos dirigir este centro.

Jorge se tensa en su silla.

J:- Pues eso tiene fácil arreglo. Fermín no tiene porqué ser la única persona que abandone el colegio este año. Si tanto te duele que se vaya, no tienes más que acompañarle.
A:- ¿Cómo?. ¿También estáis contra mi?.
D:- Mira Alberto, vamos a ser realistas. Tu eres el director del colegio, no el propietario. Seguro que Amparo se llevaría un gran disgusto si viera que el director que tiene le lleva la contraria a la mismísima APA.
M:- Se llevaría un disgusto posiblemente más grande que el que se llevaría si se enterara de la aventura que tuviste el año pasado con su hija Nuria.
A:- Vaya, no sois el APA, sino el KGB, la GESTAPO... La misma CIA.
C:- Estamos en el mundo, simplemente. Hay que estar enterado de lo que te rodea para poder vivir.
A:- Y si lo que te rodea lo conviertes en mierda, pues más a gusto se vive. Amparo sabe de sobra lo de Nuria. Se lo conté yo mismo el año pasado. Ahora estamos saliendo formalmente.

Carmen mira a Menchu y se encara otra vez con el director.

C:- Da igual. Si no es eso, será otra cosa, pero no te enfrentes con nosotros, porque tienes todas las de perder.
A:- Eso es lo único que tengo claro. Seríais capaces de fulminar, de un modo u otro, a otro aquel que os llevara la contraria, a todo el que no comparta vuestros enfermizos planteamientos. Lo habéis demostrado de sobra con el pobre Fermín, que ya está sentenciado.
D:- No somos tan perversos. Nos estás haciendo aparecer como unos monstruos. Solo nos interesa el bienestar de nuestros hijos.
A:- El bienestar de vuestros hijos...

Alberto se levanta y guarda las carpetas en su cartera de cuero. Hace ligeros signos de negación con la cabeza. Parece abatido. Los cuatro padres siguen sentados, observándole, esperando una reacción que les permita intuir lo que le está pasando por la cabeza al director.

A:- El bienestar de vuestro hijos, por encima de cualquier otro planteamiento. Por encima de la ética, de la moral, de la misma bondad. El bienestar de vuestros hijos, aunque para conseguirlo haya que pisotear al que se ponga por delante. Tiro la toalla, señores. Mañana a primera hora le presentaré mi dimisión a Amparo.

Alberto sale de la sala de juntas. Los cuatro padres intercambian miradas neutras, como si no entendieran la actitud de Alberto. Finalmente, Daniel se encoge de hombros y hace un gesto de desprecio hacia la puerta de la sala.

D:- ¿Qué se habrá pensado este tío?. ¿Será por directores?.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ufff, sabes clavarlo eh??. Desgraciadamente padres así existen, afortunadamente no demasiados.

Saludos

Anónimo dijo...

Yo conozco unos cuantos. Más de los que nos merecemos.

Oye, ya te has leido dos relatos míos. A ver si te vas a enganchar. Parece que por aquí no pasa nadie, y si pasan, se van rápido.

Saludos

Anónimo dijo...

Te equivocas, he leído los cuatro. Y el aviso llega tarde, ya me he enganchado. La verdad es que me gustan, todos sorprenden, algunos te hacen pensar y se acercan mucho a la realidad.
Yo paso más por aquí porque, aunque me gusta el cine, no lo conozco tanto como vosotros.
Y si me das tiempo arreglo lo de la publicidad, ya lo verás.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Es una sensación extraña que alguien al que no conoces, y que no es miembro de tu familia, te diga que ha leido tus relatos y que además le han gustado. Creo que no voy a acostumbrarme nunca a eso. No te voy a decir que me parezcan malos, que no lo sé, pero que te gusten hasta el punto de dejar comentarios me sube mucho la moral y las ganas de seguir escribiendo.

Claro que te doy tiempo para lo de la publicidad. Todo el que quieras. No tengo ninguna prisa. Llevo tantos años escribiendo en el economato, que no me voy a precipitar a estas alturas.

Saludos

Anónimo dijo...

No sé si me expliqué bien. Coincidimos en un foro de libros en el que anunciaste tu apertura del blog, pero el hilo se fue perdiendo. Lo que he hecho ha sido rescatarlo y dejar un comentario sobre tus relatos, a ver si la gente se pasa por aquí y los lee. Suerte.

Anónimo dijo...

ya, ya, me di cuenta. Yo no me atreví a dejar un comentario para recuperar el hilo porque me daba un poco de corte. Gracias por el empujón.

Saludos

Anónimo dijo...

Tienes razón en tu comentario de que hay más de los que merecemos, pero creo que en los colegios en general los saben relegar donde se merecen. Un comentario que no he olvidado fue el de un profesor universitario que decía "los niños del mañana se pisarán continuamente pero sabrán pedir perdón en inglés". Quiero ser positiva y creo que muchos padres nos estamos haciendo conscientes de lo que supone vivir en una sociedad cuyos valores son tan superficiales y luchamos por transmitir a nuestros hijos lo que es esencial, ante todo ser buenas personas y solidarios con los más desprotegidos. Quiero confiar en que este tipo de padres seremos mayoría y nuestros hijos valorarán algo más que los malditos padres de tu historia. Creo que estoy como tu amiga Edda: enganchada a tus relatos.