domingo, 24 de febrero de 2008

El especialista


Entrevistador.- Tenemos el placer de presentarles esta noche a Oscar Player, conocido actor y un gran especialista cinematográfico en escenas de acción. Buenas noches, Oscar.
Oscar.- Buenas noches.
E.- Tenemos entendido que está a punto de rodar la tercera parte de Kill Bill, a las órdenes de Tarantino.
O.- Si, así es. Ya estoy casi completamente recuperado de mi última película, “Unas bofetadas en la ópera”. En mayo me traslado a Nuevo México, a rodar mis veintisiete escenas.
E.- Una carrera de lo más variada. Empezó usted de muy niño, allá por los setenta y pocos, ¿no es así?.
O.- Bueno, concretamente en el 82. Mi carrera comenzó con “Conan el bárbaro”, de John Millius. Yo era uno de los niños que destripaban los malos al entrar y quemar una de las aldeas. Pasaba el verano con mis padres en un pueblo cercano a la zona de rodaje, y cuando se enteraron de que estaban buscando extras, me vistieron con un saco de patatas de arpillera y me llevaron en volandas al set de rodaje. Cuatro añitos tenía por aquel entonces. Todavía me pica el gaznate cuando me acuerdo.
E.- ¿Del miedo que pasó?.
O.- No, del roce de la arpillera sobre las cervicales. Un auténtico calvario. Era como una etiqueta de una camisa, pero más a lo basto. Cuando me cogió un culturista americano para darme el espadazo, no se le ocurrió otra cosa que agarrar del borde del saco. Aparte de que casi me escurro y me salgo por debajo, la tela me hizo herida. ¿Comprende?.
E.- Perfectamente.
O.- Y para que luego cortara la escena, el Millius de los cojones. Menos mal que me dieron un bocadillo de calamares.
E.- Entonces, usted, ¿veraneaba en España?.
O.- Veraneaba, hibernaba, primaveraba...Yo soy español, señor mío.
E.- ¿Ah, si?. No lo sabía. Pensaba que, con su apellido...
O.- Es un nombre artístico. Nací en la Arganzuela, en Madrid, y de pequeño me tragaba tantas salchichas seguidas, que mis amigos me llamaban Oscar Mayer. Cuando empecé en esto del séptimo arte, decidí trasponer un poco el apellido, y cambiarlo por Player, jugador, ¿comprende?. Mi verdadero nombre es Raimundo Soplillos.
E.- No se parece mucho que digamos a su nombre artístico.
O.- Ryta Hayworth se llamaba en realidad Margarita Cansino y a nadie le importaba una mierda.
E.- Tiene usted toda la razón. Usted es un auténtico especialista. Ha participado en más de tres mil películas. Un profesional, un cascadeur, como dicen los franceses.
O.- Bueeeeeno...No exactamente. Verá, yo pertenezco a una rama muy concreta de especialistas. Digamos que me he especializado, que me he doctorado, vaya, en una rama que no tiene nombre, pero que algunos interesados en este complicado arte mío están empezando a llamar RH. Especialista en RH.
E.- ¿Recursos humanos?.
O.- No, bueno, sí, ja, ja, se podría llamar también así. Somos recursos humanos para las películas, pero no, no. Lo que quiere decir RH es Recibir Hostias:
E.- Ah, ya.
O.- Si, eso exactamente. Sin trampa ni cartón. Sin subterfugios. No hay nada mejor que denominar a las cosas por su nombre, ¿no le parece?. Recibir hostias con elegancia y con arte, es lo que sabemos hacer nosotros. El cascadeur al que hace mención está embarrado en muchos temas: tirarse desde una casa, prenderse fuego, arrojarse a un barranco con el coche...Nosotros digamos que somos bastante más elitistas. Recibir Hostias. Y punto. Hombre, se entiende: hostias, tiros, navajazos, bombazos... Todo lo relacionado con la violencia procedente del otro, ¿comprende la diferencia?.
E.- Bueno, creo que si.
O.- Además, los cascadeurs son básicamente conductores de coches, y yo ni siquiera tengo el carnet de conducir. Aunque realmente no es esa la razón, porque para ser especialista de coches no te hace falta, pero es que no me gusta conducir. No me gusta viajar en automóvil, vaya.
E.- ¿Y eso?. ¿Algún accidente?.
O.- Cuando era pequeño. Una cosa es saber encajar hostias, y que te saquen a puñetazos dientes de mentira de la boca, y otra muy distinta dejarte los dientes en el salpicadero, como me ocurrió a mi. Y justo cuando acababa de cambiarlos. Desde entonces le cogí un miedo cerval al coche.
E.- Ya. O sea, que lo suyo es recibir. ¿Hay que tener alguna característica especial para desarrollar su trabajo?. Aparte de un físico envidiable, claro.
O.- Pues creo que no. Ninguna. Saber recibir hostias, nada más. Mis compañeros de colegio se desesperaban cuando comprendían que eran incapaces de causarme daño con sus puñetazos. Yo era como de goma, como un junco. Es un don natural que me ha otorgado...no se quien, y que me ha proporcionado mi forma de vivir. Yo no les respondía a sus golpes, pero acababan tan cansados de intentar tumbarme en el suelo, que el efecto era el mismo que si les hubiera dado una paliza.
E.- Se entrenará usted a diario en el gimnasio.
O.- Pues no, para nada. Lo mío es simplemente agilidad felina, no fuerza bruta. Yo recibo. Hay otros que dan. Depende del tipo de película en la que intervenga cada uno. En las de Steven Seagal solo se recibe, porque a el nadie le toca ni un solo pelo. En cambio, para participar en una de Mickey Rourke, cuando el bueno de Mickey Rourke hacía películas, claro, era más importante dar que recibir, porque siempre se las apañaba para recibir palizas y acabar con la nariz rota. Eran otros tiempos, claro. A lo mejor participábamos cuatro o cinco especialistas en RH, y un par de especialistas culturistas expertos en dar somantas al protagonista. Ahora es diferente. En películas como Kill Bill podemos participar hasta mil especialistas. Uno detrás de otro. Pim, pam. Hostia, navajazo. Todo muy rápido. Y todos vestidos igual, para que se nos reconozca todavía menos. En Matrix, idem de idem, y encima a cámara lenta. En esa, el director estaba muy obsesionado. “Quiero una coreografía, por favor, una coreografía”, repetía cada dos minutos. Estábamos nosotros para coreografías, con el calor que estábamos pasando con las gabardinas negras en pleno mes de agosto. No se le ocurre ni al más tonto. Lo mismo que en 300. Yo era persa, en diez o doce escenas, y siempre me daban el espadazo por el mismo lado del cuello. En una de las escenas, le metí la lanza a un espartano, un buen chaval que era de Carabanchel, hasta los omoplatos. Lo de Kill Bill su lado bueno y su lado malo. Dos segundos, y a cobrar, pero cada vez te hundes más en el anonimato. Y además, con esta chorrada actual de colocar ninjas hasta en una película rodada en Alpedrete, pues te hacen la puñeta, porque no te conoce ni tu mujer. Alguna vez, en el cine, le digo “mira, ese soy yo”, y la pobre se encoge de hombros, porque claro, no se me ve la cara.
E.- Claro. Es una pena. Y dígame una cosa. ¿Tiene que ensayar su papel?.
O.- Hombre, pues casi nunca. Yo no tengo diálogo, como no sea algún que otro grito de dolor, pero suelen estar enlatados, y se usa el mismo grito, procedente de una antigua película de Trazan, por ejemplo, en más de veinte películas. Es acojonante lo que hacen los técnicos de sonido. Pues eso, que no tengo que memorizar nada.
E.- Pero sí le habrán pedido alguna vez que se tire para un determinado lado.
O.- En eso los directores suelen ser bastante tolerantes con nosotros. La experiencia es un grado, y ellos lo saben. Suelen ponerse en nuestras manos a la hora de rodar una pelea.
E.- Y el vestuario. También resultará importante saber pelear con una determinada ropa.
O.- Hombre, eso es lo más complicado, y sobre todo al principio. Con aquel saco de arpillera empezó todo. He recibido hostias vestido de romano, de vikingo, de moro, de gladiador, de mosquetero, de nazi, de persa, como ya le he dicho antes, de ninja, de samurai, de soldado japonés, de sicario marciano, de esbirro colombiano...Yo que sé, yo que sé... Si me hubieran dejado quedarme con todos los trajes que he utilizado en mis películas, ahora estaría en condiciones de montar un museo del ejército completito.
E.- Es que son más de veinte años. Y tres mil películas, Oscar. Una media de ciento cincuenta películas al año. Casi una película cada dos días, vamos. ¿Cómo es posible poder desarrollar tanto trabajo?.
O.- Hombre, porque a veces, en el mismo plató se ruedan veinte escenas para veinte películas diferentes, y a veces sin cambiar de traje. Cada vez se ha unificado más el aspecto del esbirro. Algunos hasta nos estamos operando los ojos, para parecer orientales. Ahora se lleva mucho. A pesar de que te pongan luego el pasamontañas. Ante todo, hay que ser un profesional, y si se lleva el esbirro occidental, pues venga, esbirro occidental.
E.- ¿Y está usted contento con el papel que representa en el cine?. No sé si me entiende. Sale un momento, plaf, le matan, y a nadie le importa un carajo.
O.- Hombre, yo ya soy un profesional. Llevo ya muchos años en esto, pero conozco a muchos compañeros que han tenido más de una depresión, y de las gordas. Toda la vida representando el papel de perdedor...Es que es muy fuerte, si lo piensas un poco. Es lo que dice usted. A nadie le importa un carajo la muerte de un esbirro más o menos. En “Gladiator” al menos se nos veía la cara, al principio, en la batalla con los bárbaros. Uno moría, si, pero al romano de turno casi nos lo cargábamos, también. Era una lucha...No sé, más justa. Ridley Scott nos dejaba en esa película mostrar un poco más de nosotros mismos, de nuestro arte. Acabábamos muriendo como chinches, como en cada título, pero no sé, con cierto arte. Quitando al tío ese que nada más salir, en el circo de Marruecos, le atiza con una maza en todo el centro de la cara un tío vestido con una cabeza de toro. Pobrecillo. Ese lo pasó mal. Era un chavalito de Valladolid, muy majete. Su novia se mosqueó con el por haberse dejado dar aquella hostia, ya ve usted, pura ignorancia. El chiquito venga a decirla que el no podía hacer nada, que aquello estaba en el guión, y todo eso, y ella nada, dura como una piedra. Estuvieron una temporada larga sin hablarse, pero al final volvieron. Pues eso, que en gladiator se nos veía más, pero en Kill Bill... Hijo mío, como no te coloques algún rasgo distintivo que se le escape al director...Si te fijas bien, uno de los ninjas a los que mata la Uma Thurman, que por cierto, está buenísima en persona, lleva un pañuelito de los San Fermines en el cuello. Muy pequeño, pero que se nota que es de los San Fermines, porque quería que le reconociera su madre. Ya ve usted, menuda ilusión, una madre que reconoce a su hijo un segundo antes de que le rebanen el pescuezo con una katana. Pero bueno, es humano. Nosotros también tenemos nuestro corazoncito.
E.- ¿Y no han pensado algo para reivindicar la figura del esbirro?.
O.- Bueno, se están empezando a dar pasos importantes, pero claro, por otro lado, la gente pide más violencia, más sangre, y cada vez somos más los que acabamos jodidos en las películas. Es un pez que se muerde la cola. Para intentar paliar un poco la cuestión, se ruedan escenas a cámara lenta, que nos permiten, quieras que no, lucirnos un poquillo más antes de hincar la rodilla en tierra. También hay directores que han intentado mostrar su sensibilización con este asunto. Usted recordará una película de Austin Powers en la que los amigos de un esbirro, que están preparándole una fiesta de cumpleaños, se enteran de que acaba de morir a manos del protagonista, o de la familia de otro esbirro, la mujer y los niños, que se enteran también de la muerte de su padre. Son intentos muy dignos que tratan de hacer ver que detrás de un tío que se deja degollar hay toda una historia, toda una vida, con sus ilusiones, sus esperanzas, sus frustraciones... Todo un mundo que se viene abajo porque al protagonista se le ha ocurrido pasar por ahí, ya ve usted, que bien podría haber ido por otro lado, pero no, se le ocurre siempre pasar por donde está el pobre soldadillo haciendo guardia, pensando a lo mejor en su novieja, o en la amiga de la novieja, esa rubia que está tan buena, que le miró en los mayos del año pasado, con esas piernas largas, que se yo, pero el caso es que el soldadillo empieza a emocionarse, y piensa que después de la guardia se va a aliviar a sí mismo, y en esas estamos, cuando de repente llega un tío con el pelo repeinado hacia atrás, tipo Mario Conde, o una tía con un chándal amarillo de Armani, y zas, se acabó la novieja, la amiga de la novieja y la puta madre que parió al que le regaló una katana al tío del pelo engominado, o a la tía del chándal. El soldadillo ni siquiera se ha enterado de nada el pobre, y el tío o la tía ni siquiera se paran un momento a decirle algo, no sé, a disculparse...Sería muy bonito ver al Rambo dedicarle unas palabras amables a los tipos que manda al otro barrio sin que le vean. Vale, me dirá usted, pero es que entonces la película duraría más de cuatro horas. Pues bueno, que se cargue menos gente, digo yo, porque tampoco es normal que haya trescientos muertos en una película, ¿no cree?. Y es que además, esa gente le coge a fición a eso de rebanar pescuezos, y con el tiempo, les da igual rebanárselo a un vietnamita o a un camboyano que a uno de Zurcí, porque es que le han cogido el gustillo, que la sangre es peor que la marihuana, que crea adicción. Esa gente, el rambo o la Kill Bill, el día que no maten a nadie se pondrán insoportables, y matarán al tipo que les lleva la pizza para la cena, y si no al tiempo. Se lo digo yo. Que vamos a acabar volviendo al circo romano, y eso no es normal.
E.- Pues no, no es normal, pero es lo que le gusta a la gente.
O.- Lo que le gusta a la gente, lo que le gusta a la gente...También le gustan a la gente las películas de Jane Austen, y ahí no muere nadie.
E.- Hombre, perdone, pero no me imagino yo a un fan del Van Damme viendo una película basada en una novela de Jane Austen.
O.- Ni a un fan del Van Damme, ni a nadie en su sano juicio, hombre de Dios. No era más que un ejemplo, pero creo que me he pasado con la comparación. Y menos mal, porque nos quedaríamos sin trabajo de la noche a la mañana. Si en realidad me quejo de vicio. Trabajo no solo no me falta, sino que cada vez tenemos más, a pesar de esos listillos gafitas que contratan ahora los grandes estudios, que te cogen el ordenador y te ponen cien mil persas o cien mil troyanos esperando a la orilla del mar. Pura filfa, hombre. Donde esté el movimiento de extras de “Los diez mandamientos” o “El Cid”...Aquello sí que era buen cine.
E.- Bueno, pero para los primeros planos se necesitarán siempre personajes reales, y ahí estarán ustedes.
O.- Claro, como los verdaderos profesionales que somos. Al pie del cañón, recibiendo hostias en nombre del séptimo arte. Es que una cosa así tienes que vivirla. Tienes que tener vocación para eso, para morir más de tres mil veces en veinte años, porque esa es otra, he hecho películas en las que he muerto más de veinte veces. En la serie de “Lorca” me fusilaron como republicano un par de veces, me mataron como falangista otras dos o tres... Y así en muchas otras ocasiones. En 300 me perdí la oportunidad de hacer de espartano y salir así, medio en pelotillas, porque claro, demasiado cachas no es que esté, y el director no me dejó mostrar mi arte.
E.- Bueno, Oscar, ¿y en lo que se refiere a su vida personal?.
O.- Lo normal. Estoy casado, y ahora tengo un hijo de cuatro años que se parece un montón a su padre.
E.- ¿Le gustaría que siguiera sus pasos?.
O.- Hombre, esto es muy sacrificado, y a veces un poquito humillante. Te tienes que guardar el orgullo en los huevos, y claro, uno puede sobrellevarlo con más o menos finura, pero el hijo de uno...Me resultaría muy duro ver a mi propio hijo degollado por una tía buena. Aunque sea de mentira, creo que eso te va dejando un poso, una pequeña herida en el alma que se puede hacer cada vez más grande.
E.- Si, no cabe duda, en eso estoy de acuerdo con usted, pero ya sabe, la sangre es la sangre, y de casta le viene al galgo.
O.- Eso es lo que me tiene más preocupado. El otro día se cayó de la litera de arriba, el muy mariconazo, y se levantó riendo del suelo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedes evitarlo, el cine te puede, jeje. Tu relato me ha hecho pensar que hay demasiadas escenas violentas en las películas, pero cuando las veo no me doy cuenta y eso que creo que he visto casi todas las de Steven Seagal y ultimamente las de la Jungla de cristal de Bruce Willis.
A pesar de eso me gustan las películas de acción y creo que el trabajo de los especialistas es de 10. Me ha hecho mucha gracia lo de RH, jeje.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Tienes razón. El cine me sale en cuanto me descuido. Es que no puedo evitarlo. El relato se me ocurrió cuando vi la primera parte de Kill Bill. ¿A cuantos ninjas se carga Uma Thurman sin despeinarse?. ¿100?. ¿200?. ¿Y en qué estarían pensando en el momento de la hostia?. Y a partir de ahí, surgió la historia.

Gracias por el comentario. He seguido tu consejo, y estoy presentando los relatos del blog a un concurso de Mapfre. Te pongo el enlace por si te animas a participar o por si se lo quieres comentar a alguien.

http://www.viveparacumplirlo.com/

Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias Felixon, pero yo no escribo, sólo soy una lectora incondicional. El campo de la escritura no es para mí. Te deseo mucha suerte en el concurso, mientras, yo seguiré leyéndote.

Un saludo.