domingo, 23 de marzo de 2008

La segunda cena


Luis y María, pareja 1
Jose y Pilar, pareja 2

Luis.- No, Pilar, por favor, no saques más cosas, que voy a reventar, mujer.
Pilar.- Anda, no te hagas la víctima, que tu eres de buen comer. Venga, estas morcillitas de burgos me las han traído especialmente para mi unos amigos que tienen familia allí. Les he puesto un pimiento de piquillo con un trocito de ventresca, por la cosa del adorno.
Luis.- es que estos dos no ayudan nada, hay que joderse. Al final soy yo el que se pone como un cerdo.
P.- Luis tiene toda la razón. Jose, María, es que no coméis nada. Vaya dos.
Jose.- Mujer, claro que hemos comido. Lo que pasa es que eres una exagerada. Tu, la del pobre, antes reventar que sobre, y venga a hacer comida, venga a hacer comida. Te lo digo todos los días, que te pasas cuatro pueblos haciendo comida.
L.- Nada, Pilar, olvídate, que estos no saben comer. María tampoco. Cuando llego a casa, se ha comido un par de sanwichs de jamon york y queso, y con eso tiene bastante. Yo me tengo que preparar algo más sustancioso si no quiero morirme de hambre. Menos mal que estoy aprendiendo a cocinar.
P.- ¿A, sí?. ¿Y eso?.
María.- Se ha apuntado en una academia del barrio. Nada del otro mundo, no te creas. Un individuo con ínfulas de ferrán Adriá, que les está enseñando a hacer unos platos extrañísimos.
J.- Anda, que curioso.
L.- Ferrán Adriá, Ferrán Adriá...No tienes ni puta idea. Ferrán Adriá hace decostrucciones, y este se dedica a las espiritaciones.
M.- Lo que tu digas, pero yo lo único que sé es que te has gastado una gasta en probetas y cosas de laboratorio. Mira, Luisito, los útiles de cocina se compran en el Carrefour, en la sección de menaje. No conozco a nadie que se haya tenido que desplazar a una fábrica en un polígono industrial para comprarse una redoma para caldificar, por el amor de Dios.
L.- El Carrefour, el Carrefour...Estás más anticuada que la Chelito.
M.- Sí. Será eso
P.- Pues a mi me parece muy bien que un hombre se meta a aprender a cocinar. Ya era hora de que se dieran cuenta de que eso no es una actividad exclusiva de las mujeres.
J.- De eso nos hemos dado cuenta hace mucho tiempo, cariño. De hecho, los mejores chefs del mundo son hombres.
P.- Ya, ya, pero la que cocina en casa soy yo.
J.- Porque te gusta y porque lo haces muy bien. Si no fuera así, cambiaríamos el tercio.
P.- Si, pero tu serías incapaz de aprender a cocinar. Mira a Luis. Cuando se propone algo, lo consigue. No me negarás que tiene mucho mérito apuntarse a una academia de cocina.
J.- No, no lo niego.
P.- No lo niegas, pero tu no lo harías.
J.- Si tuviera que hacerlo, probablemente lo haría.
P.- No, tu no lo harías, porque no tienes espíritu.
L.- Pilar, estas morcillas están de muerte.
M.- Es verdad, Pilar, me he comido un trocito y están de muerte.
L.- Un trocito, un trocito...Esta sí que no tiene espíritu.
J.- Vaya. Menos mal. Pensaba que era yo solo.
M.- ¿En qué plato estamos?. A, sí, en el segundo. Ya le tocaba salir al tema del espíritu.
J.- Bienvenida al limbo de los que no tenemos espíritu.
L.- Jose tiene más espíritu que María, pero vamos, de aquí a Lima. Esta es tan tonta, que cuando va a comprar algo la engañan, porque no revisa las vueltas que le dan.
M.- Claro. Eso es verdad. ¿Para que?. Me da pereza ponerme a contar la calderilla con la bolsa de la fruta en la mano.
J.- Estás de coña.
M.- ¿Tú que crees?.
P.- Eso no es nada comparado con Jose. Cuando vamos de viaje, soy yo la que tiene que hacer las maletas, meterle los calzoncillos, los calcetines, porque es que a el no se le ocurre. Se tumba en la cama hasta el crítico momento de salir de casa. Es increíble.
L.- Bueno, bueno, no saques el tema de los viajes, porque en ese tema, a María hay que echarla de comer aparte. Es una inútil integral. Cuando salimos, soy yo el que tiene que marcar la ruta, mirar el plano, preguntar las direcciones de los monumentos. Esta se desorienta hasta en la pescadería del barrio. Desde luego, tiene toda la razón el que dijo que los hombres son de Marte y las mujeres no entienden los mapas.
M.- No es así, Luis, querido. Es “porqué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas”. Se trata de un libro.
L.- O que las mujeres son de Venus, me parece. Algo así.
M.- ¿Veis?. La prueba viviente de que los hombres no escuchan. No me ha hecho ni puñetero caso a lo que le he dicho.
J.- A ver si va a tener razón el libro...
P.- Pues no, no tiene razón, porque en nuestro caso pasa justo lo contrario. Soy yo la que organiza, la que hace la maleta, la que contrata los viajes. Jose no se ocupa absolutamente de nada. Hasta soy yo la que compra los carretes para las fotografías.
L.-¿Carretes?. ¿Es que todavía hacéis fotos en papel?.
J.- Pilar es una maniática de la fotografía tradicional. Aborrece las cámaras digitales.
P.- Es que es un coñazo eso de poner el dvd, ahora no funciona el sonido, con este sistema de televisión no se ven...No. Donde esté un álbum de fotografías tradicional, con sus fotos amarillas, esas esquinas que se despegan, sus plastiquitos para cubrir las hojas...
M.- Pero mujer, eso mismo lo puedes hacer con una digital, y con la ventaja de que puedes tirar todas las fotografías que te de la gana, sin temor a equivocarte, y luego elegir las que más te gusten. Y con los programas informáticos que hay ahora, te curras un álbum en sepia en un pis pas, si te da la gana.
P.- Si, pero yo no me convenzo. Es que además tenemos una cámara estupenda, y sería una pena desecharla.
J.- No os molestéis, que no la vais a convencer. Yo no tengo espíritu, pero es que Pilar no tiene evolución.
L.- Osea, que eres tu la que organiza los viajes, ¿no es así, Pilar?. Oye, voy a dejar de comer morcilla, porque voy a terminar poniéndome como un auténtico cerdo. Es que están buenísimas.
P.- Pues si. La última vez, el año pasado, en verano, nos fuimos a Port Aventura, y fui yo la que se encargó de todo.
L.- A, Port Aventura. Que bonito. Nosotros estuvimos hace un par de años, y lo pasamos de fábula. La verdad es que se lo han montado muy bien, el parque. Montamos en casi todas las atracciones. En las suaves, claro, porque no me iba a montar yo solo en el Dragon Khan, por ejemplo. Es que María es muy cobardona para eso. No le gusta nada desgastar adrenalina. Se la debe de estar guardando en un bidón para cuando le haga falta.
P.- Igual que Jose. A veces me da un poco de vergüenza montar el número cuando quiero que se suba a algo. La gente nos mira, extrañada de que sea yo la que empuje a un hombre a subirse a una atracción de más o menos riesgo.
J.- No tengo ninguna necesidad de arriesgarme a vomitar dando vueltas como una peonza.
M.- Eso es lo que pienso yo. Exactamente lo mismo. Y estoy convencida de que a Luis le viene bien la excusa de que a mi no me guste pasar un mal rato, porque si quisiera, montaría el solo. Lo que ocurre es que el está tan acojonado como yo, y me pone a mi de pantalla, porque sabe que, cuando me propone subir a una cosa de esas, voy a decirle que no. El día menos pensado voy a darle una sorpresa, y le voy a decir que si, que me apetece un montón subir a la lanzadera. A ver entonces si es tan valiente como lo que presume de serlo.
L.- Eso no lo verán mis ojos, querida. Sería yo el primero en no dejarte subir a la lanzadera, no fuera que te diera un infarto. Con lo acostumbrada que estás a moverte, a hacer algo de deporte...
P.- Yo estoy apuntada a clases de aeróbic, y la verdad es que me siento genial. El ejercicio viene muy bien. Intento que Jose haga algo de deporte, pero no hay manera.
L.- Yo me he apuntado a pádel. María se vino conmigo un par de días, pero se aburrió y lo dejó. Es que no hay manera de meterle en la cabeza que el deporte es vital para mantenerse en forma.
M.- Tus clases de pádel no eran más que una reunión de pijos. De dos horas que estabais, jugabais veinte minutos, y el resto del tiempo lo malgastabais hablando del último modelo de raqueta o de lo bien que le sentaba la faldita a aquella rubia de las tetas grandes.
L.- ¿Rubia de las tetas grandes?. No la recuerdo...
M.- Venga ya, Luis, que nos conocemos. Si quieres hacerte el gracioso delante de tus amigos del pádel, hazlo, pero sin que esté yo delante.
L.- Lo que pasa es que tu eres anti deporte. Nunca lo has practicado, y no te gusta nada.
P.- Igualita, igualita que Jose. Ni siquiera lo ve por televisión. Cuando ponen un partido, cambia de canal refunfuñando.
L.- Si, es que tu marido es muy culto.
J.- No tiene nada que ver una cosa con la otra. No me gusta el fútbol, y punto.
L.- Pues le gusta a todo el mundo.
J.- ¿Y por eso me tiene que gustar a mi?. Vaya una razón simple que me das.
L.- Es que si le gusta a todo el mundo es porque es bueno.
J.- No es ni bueno ni malo. Simplemente, o te gusta, o no te gusta, y a mi no me gusta. No creo que por eso sea ni bueno ni malo el fútbol
L.- Claro, no te gusta por lo que dice Pilar, porque eres antideportivo.
J.- Si porque no juegue al pádel o no vaya a mover el culo a una clase de aeróbic soy antideportivo, pues si, soy antideportivo.
L.- Como María.
M.- Si, Luis, cariño. Lo que tu digas.
P.- Bueno, y volviendo al tema de los viajes, ¿cuál es el que más os ha gustado de todos los que habéis hecho hasta ahora?.
L.- La costa Da morte, y toda la parte esa de Galicia. Lo pasamos estupendamente. Además fuimos con un grupo muy bueno. No se despistaba ninguno. Todos a la hora para salir del hotel, y todos en el autocar a la hora de volver. Es la vez en la que más suerte hemos tenido. En otras ocasiones nos ha tocado alguno que siempre llegaba tarde, o que armaba jaleo en el restaurante a la hora de comer.
M.- Es que nosotros siempre viajamos más o menos de la misma manera. Por España, y en grupo. Viaje organizado. A Luis le encanta esa forma de viajar.
L.- Porque es una tontería hacerlo de otra manera. A ver. Es lo que yo digo. Si no conoces tu país, ¿para que vas a salir fuera?.
J.- Si, visto así, tiene su sentido.
L.- Y no digas que no hemos salido de España, María, porque el año pasado estuvimos en Lanzarote.
M.- Eso es España, querido. Al menos de momento.
L.- Pero no es la península.
M.- Yo no he dicho que no hayamos salido de la península. He dicho que no hemos salido de España.
P.- Yo estoy de acuerdo con Luis. Donde esté la facilidad de que te lo den todo hecho. Te llevan, te traen, y te enseñan lo más interesante de cada sitio. Es muy cómodo viajar así. Nosotros tampoco hemos salido de España, pero el año que viene a lo mejor busco algo por el sur de Francia, o algo así.
L.- Buscas, claro, porque Jose no se moja.
P.- A, no, no, por supuesto.
J.- Yo voy donde diga mi mujercita.
L.- Joder, Jose, que fácil lo tienes todo. Como se nota quien es la que organiza la casa. Porque todo lo que estamos hablando no es más que eso, que uno de los dos es el que tiene que organizar, y en vuestro caso es Pilar.
M.- Y en el nuestro tu, querido.
L.- Hombre, yo creo que está claro.
P.- Vosotros dos os vais al lado cómodo. Os dejáis llevar.
J.- Claro. Es lo más cómodo. Y si intentáramos otra cosa, no nos dejaríais.
M.- Eso dalo por hecho.
P.- Bueno, Jose, hoy os toca fregar a María y a ti. Pon la cafetera, que Luis y yo nos vamos a repanchingar en el sofá.
J.- A tus órdenes, jefa. Vamos, María. Ayúdame a fregar y a preparar el café para los señores.

María y Jose se levantan y entran a la cocina, cerrando la puerta. Inesperadamente, Jose coge la cabeza de María y le estampa un largo beso en la boca. Su mano izquierda se desliza por la espalda de ella y se introduce, con la palma abierta, por el ajustado pantalón de cuero.

J.- Te has puesto el tanga que te regalé en Estocolmo, hija de puta.
M.- Sabía que te ibas a dar cuenta. Se le marca un poco la hebilla en cualquier cosa que te pongas.
J.- No he podido resistirme a besarte. Me moría de ganas. Espero que tu marido no lo note.
M.- No te preocupes. Mi pintura de labios es indeleble. No se corre.
J.- Estoy deseando que llegue el lunes. Yo salgo por la mañana, voy al congreso, doy un par de charlas, y el resto de la semana para nosotros. Lo vamos a pasar de vicio.
M.- ¿Has reservado ya el hotel?.
J.- Claro, mujer.
M.- ¿Dónde?.
J.- En Avoriaz, en los Alpes franceses, al lado del hotel de hace dos años.
M.- ¿Y hay nieve?.
J.- Claro, mujer. Eso está asegurado en esta época del año.
M.- ¿Vas a llevar las tablas de snowboard?.
J.- No. Sería una cantada. Es preferible alquilarlas allí. Y he concertado también un vuelo en ala delta.
M.- Woau...Lo vamos a pasar fenomenal.
J.- Pues si. Casi una semana entera para nosotros, cariño.
M.- Es una suerte que sea yo la que organice mis propios viajes en mi empresa, ¿no te parece?.
J.- Vaya si lo es.

Jose vuelve a besar a María. La cafetera empieza a sonar.

J.- Venga, vamos a servir el café, fregamos rápido y volvemos con estos dos. Ya llevan mucho rato sin ponernos a parir.

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